domingo, 30 de octubre de 2022

BIENVENIDO MISTER EGGERS

Volvió Robert Eggers, uno de los niños bonitos del actual Hollywood con su última película bajo el brazo, The Northman, dispuesto a reventar la taquilla y seguir cosechando elogios, hasta la fecha exagerados y respaldados por ese sector de la crítica que parece que se duchan con champán y mean colonia.

Eggers tiene genio, desde luego, pero se embrolla en sí mismo haciendo cabriolas argumentales que confunden y ensombrecen sus películas. Nunca he entendido el desmedido aplauso que se han llevado sus títulos anteriores, La Bruja y El Faro, porque sí, son buenas películas, sobre todo la primera, y tienen mucho cine dentro, pero se desinflan y acaban siendo soberanamente aburridas. Eggers es un buen y ahora me atrevo a decir, un gran cineasta, pero no es (o era) un buen generador de historias. No es Spielberg, no es Shyamalan, no es Hitchcock. Es un esteta enamorado de sí mismo con mucho estilo propio y una huella visual de belleza inusual. Eso tiene mérito, mucho, pero en la opinión de este necio, no era el cineasta que nos quisieron vender... hasta hoy.

He querido ver The Northman sin prejuicios ni altas expectativas. Tomando distancia con mi escepticismo hacia la obra del autor hartamente untada en vaselina por la crítica y metida por el culo del fandom de este "nuevo" cine elevado. La he visto con el ceño relajado y ojos cándidos. Como el que se sienta a ver una película de Torrente, y desde el primer momento noto como la postura pasiva que tenía en el sofá se vuelve más atenta e interesada a cada minuto que pasa. La escena me va envolviendo como ese viento gélido traza la trayectoria de los cuervos que aparecen en los primeros fotogramas. Esa planificación tan bien dibujada, la excelente fotografía y la ambientación sonora invitan a soñar con una historia de bárbaros vikingos alejada de los clichés y estilos de las faraónicas producciones hollywoodienses.

Cualquier adjetivo que quiera definir la estética y la planificación milimétrica de las escenas se queda corto. Es sublime. El uso constante del plano secuencia, el plano frontal marca de la casa, la ausencia del plano-contraplano en los diálogos resueltos con un solo encuadre sostenido y perfectamente encajado en la escena, los travellings, los planos fijos y estáticos huyendo del odioso recurso tan de moda de rodar cámara en mano, el uso de la profundidad de campo donde en un plano se pueden ver transcurrir múltiples acciones simultáneamente. Es que toda la película es una composición artística realizada con tanta clase y gusto estético que parece que Eggers haya recurrido a la ayuda divina para mostrar tal dominio de la técnica y facturar una película tan bella como entretenida.

Los ejemplos son múltiples pero por nombrar mis favoritos, el asalto vikingo al poblado es tan potente y físico que dan ganas de coger un palo y sumarse a la escabechina; o la secuencia en la que Amleth, derrota a ese guardián fantasmal que custodia su espada; o el enfrentamiento final entre los dos actores protagonistas, con esa perfecta coreografía bélica y ese final tan épico y salvaje. La película está llena de escenas para enmarcar a las que ayuda como un personaje más, los paisajes islandeses donde se ha rodado la mayoría del film y las inclemencias propias del clima nórdico.

El guion no es especialmente brillante. Es una historia de venganza contada infinidad de veces. Braveheart, Kill Bill, Gladiator... todas cuentan lo mismo. The Northman sin embargo se caracteriza por ser una revisión de Hamlet, que a su vez, está basada en la leyenda de Amleth, curiosamente, el nombre del protagonista. Arranca la película con el asesinato del rey Aurvandill, interpretado por Ethan Hawke a manos de su hermano Fjölnir. Su hijo, el principe Amleth, siendo un crío, presencia el crimen y consigue huir antes de que su tío Fjölnir acabe también con su vida. Mientras huye, jura venganza con ese mantra que se repite una y otra vez y que a la postre resulta su misión en su terrenal vida. Amleth crece y se convierte en un enorme Alexander Skarsgård tanto en lo físico como en el desempeño de su papel. Mientras entrena con vikingos y saquea poblados, planea su personal venganza haciéndose pasar por esclavo para introducirse en el poblado donde su tío Fjölnir y su madre biológica han rehecho su vida juntos. A partir de ahí, donde la película llanea un pelín, vemos como Amleth con la ayuda de Anya Taylor-Joy, va desarrollando su plan y eliminando uno a uno a sus objetivos hasta la traca final.

En el fondo, no se trata tanto de qué se cuenta sino de cómo lo hace. La historia trascurre sin excesivas sorpresas, a excepción de ese giro que pone patas arriba toda la película, pero el desarrollo de los hechos, los diálogos y las transiciones entre actos son tan brillantes que Eggers no tiene que recurrir a truquitos ni trampitas de guion para mantener la atención. Hay secuencias con una violencia explícita desmesurada y otras donde la brutalidad es más limpia pero igualmente estremecedora, como el momento en el que Amleth da muerte a su madre y hermanastro y acto seguido aparece su tío Fjölnir para recoger y arrastrar los cadáveres de su familia fuera de la estancia como si fueran fardos. Cruda y animal al más puro estilo vikingo.

Los actores están espectaculares. Todos. Especialmente las dos actrices principales, Anya Taylor-Joy y Nicole Kidman. No puede ser de otra manera cuando, al final, la historia en realidad gira entorno a la reina Gudrún, interpretada por Kidman, y como manipula a Fjölnir para llevar a cabo su objetivo y destruye el sentido tan poético de la venganza de Amleth cuando le confiesa su pérfido plan. El resto del elenco es espectacular por los nombres y por las actuaciones, Skarsgård, Willem Dafoe, Claes Bang, Ethan Hawke... hasta la pequeña aparición de Björk interpretando al oráculo es magnífica.

Algo malo tiene, poco, muy poco, pero a mí me sobran parte de los rituales y el folklore. Demasiados cánticos y ceremonias paganas. Con la mitad se habría entendido igual. Ya sabemos que Eggers tiende a la grandilocuencia narrativa y se gusta creyéndose el más listo de la clase pero hay escenas más dignas de un documental sobre la cultura nórdica que de una ficción. La duración en cambio no me pareció desmesurada a pesar de sus 137 minutazos. Pasa como un suspiro y con la atención prácticamente intacta desde el minuto uno. 

Con todo, se nota la mano que maneja la pasta y como la Universal seguro revisó el material para asegurar que, además de ser una película compleja y personal, llega al gran público y es capaz de recuperar los 90 millones de presupuesto que ha costado. Es más que probable que si el largo hubiera sido producido, como en sus películas anteriores, por A24 y Eggers hubiera tenido libertad absoluta, la película no hubiera funcionado igual de bien y Eggers se habría enredado en rituales folclóricos y liturgia nórdica, seguramente fieles a la historia pero alejándose de la audiencia.

Rodar con la Universal asegura todos los caprichos, medios y cacharritos para jugar pero también comporta una supervisión que se hace notar en la película con diversas explicaciones y aclaraciones durante la trama que ayuda en la comprensión de la mitología, cultura y tradiciones vikingas. Y francamente, aunque alguna queda demasiado subrayada, son de agradecer y no desentonan ni resultan redundantes y sobre todo, no insultan la inteligencia de los espectadores.

En definitiva, que si he rajado incontables veces de Robert Eggers y las constantes mamadas de nabo que le hace la critica, me toca tragarme mis palabras, alabar su trabajo y rendirme ante el genio que ha demostrado con este peliculón, que es cine en estado puro, donde la brutalidad y la belleza se dan la mano y viajan hasta el Valhala para vivir eternamente entre los dioses del celuloide.

8/10

viernes, 20 de mayo de 2022

ANO(THE)R BATMAN

De la mano de Matt Reeves nos llega este reboot del gran (anti)héroe de la editorial DC, Batman. Reeves es uno de esos tipos listos que escribe, dirige y hasta produce sus obras. Amiguete del gran J.J. Abrahams, juntos crearon aquella serie de gran éxito que fue Felicity, o películas como Cloverfield, un found footage gamberrete con alienígenas gigantescos destrozando Nueva York. Reeves también, ha sido capaz de "plagiar" la genial película sueca Déjame Entrar, que imagino debe ser tan correcta como innecesaria, porque como es costumbre, intento evitar los remakes que no aportan nada nuevo y se limitan a americanizar los títulos originales (Michael Haneke, tú estás perdonado).

Lo que está claro es que Reeves sabe de cine y no le asusta recoger y revitalizar los restos de una franquicia agotada como El Planeta de los Simios o atreverse a mirar a la cara a Christopher Nolan y decirle "voy a hacer un Batman mejor que el tuyo". Pues si lo ha pensado... se ha pasado de frenada. No, no es mejor que los largos de Nolan. Evidentemente tampoco es mejor que las películas de Tim Burton y se aleja de éstas en el tono. Si Burton dibujó un Batman oscuro y tenebroso pero con un estilo cercano al cómic y con pinceladas de humor negro, Reeves lo ha hundido en la miseria y lo ha bañado todo con una pátina gris, melancólica y depresiva que a veces genera tal pesadumbre que cuesta tragar.

Este nuevo Batman tiene muchas cosas buenas y alguna mala. Empecemos por las interpretaciones. Me gusta Robert Pattinson, me gusta mucho. Incluso a veces más que Christian Bale (perdóname señor porque no sé lo que digo...). Muchos han criticado su inexpresividad cuando interpreta a Bruce Wayne pero yo creo que le da el carácter que se pretende. Un tipo triste, apagado, que no encuentra su lugar en una ciudad acostumbrada a vivir de las donaciones que su filantrópica familia ha ofrecido durante años. Un tipo que lleva en la mochila el peso de su apellido y que no sabe qué hacer con él como le recuerda en un momento concreto de la película la aspirante a alcaldesa. Este Bruce Wayne sigue de duelo por la pérdida de sus padres, hundido en la solitud de su tan grande como lúgubre mansión, maltrata a su abnegado mayordomo con frase dañinas como ese "no eres mi padre" o como cuando le recuerda que no es un Wayne en la secuencia de los gemelos. Aparenta suciedad, desaliño, incomodidad en definitiva con el personaje que ha de interpretar. Por eso ha decidido esconderse bajo una máscara y dejar de contener a su yo real, tal y como se reconoce en la parte final de la película con la genial conversación que mantiene con Paul Dano. Es un Bruce Wayne que encierra con candado su pasado para huir del dolor que le provoca. Un ser siempre envuelto por una nube de amargura y protegido bajo una coraza para no lucir su evidente fragilidad. Un Bruce Wayne que llora lágrimas negras cuando desenfunda su traje de Batman.

Como Batman, mejora a Bale, insisto. Le aporta un porte más físico, más contundente, oscuro, dramático, sudoroso. Un Batman mimetizado con una ciudad de Gotham tan rancia, sórdida y gris que resulta agobiante. Pattinson es un actor que desde El Faro de Robert "Overrated" Eggers y Tenet, me tiene enamorado y que nos ha dejado un Batman para la posteridad.

El resto del elenco merece su mención porque todos compiten en pantalla por su parcela y las defienden a la perfección pero por no enrollarme demasiado... Zoë Kravitz es una fantástica Catwoman, Paul Dano clava a un Enigma enfermizo y terrorífico sociópata. Jeffrey Wright es un buen comisario Gordon, aunque no mejor que Gary Oldman. John Turturro, Colin Farrell (irreconocible en su interpretación del Pingüino)... hasta la introductoria y testimonial aparición de Barry Keoghan como Joker es mencionable. Un enorme cast dirigido con maestría.

Entrando en la realización y puesta en escena, cabe separar la parte técnica del guion porque es donde la película encuentra sus flaquezas. Técnicamente es magistral. Reeves y su director de fotografía, Greig Fraser, responsable entre otras de la iluminación de la revisión del Dune de Villenueve (con Oscar incluido), han logrado generar una atmósfera asfixiante. Han creado una ciudad donde no sale el sol, donde la basura se amontona por doquier y la lluvia en vez de limpiar el ambiente, parece que lo contamina como si de ácido se tratara. Muchos han comparado la ambientación a la de Seven y realmente se asemeja a aquella ciudad ficticia donde nunca deja de llover hasta el desenlace final. Aquí, en cambio, llueve incesantemente durante toda la película y el agua es siempre protagonista. Personalmente también me recuerda a Los Ángeles de Blade Runner pero sin los carteles de neón, claro. Los juegos de luces (brutal la secuencia de pelea iluminada con ráfagas de metralleta), el magistral uso de la profundidad de campo o el ritmo sostenido y pausado de la narrativa, son los elementos claves de la puesta en escena. La película transcurre a una velocidad sosegada que empasta con el tono lánguido de la atmósfera y le da coherencia al conjunto. Una maravillosa construcción de un nuevo universo para que nuestro querido hombre murciélago campe a sus anchas.

Este Batman en general y Gotham en particular se ambientan en una era analógica, sin gadgets, sin excesos tecnológicos. Batman planea sobre las calles con un sencillo traje de hombre-pájaro, patrulla las calles con vehículos que rugen con motores de explosión mientras queman gasolina contaminante. Pelea con sus puños enfundado en un traje antibalas y unas pesadas botas que hacen temblar el suelo a su paso. Es un Batman siglo XX que automáticamente le da un cariz clásico y realista al decorado que funciona de maravilla.

Dos cosas más complementan la construcción de la atmósfera. La voz en off que nos narra los pensamientos de un Batman atormentado, muy comedidos y colocados estratégicamente a lo largo del metraje, y la música, destacando la presencia de Something in the Way de Nirvana que destila el omnipresente tono depresivo de la película. No había mejor banda ni mejor canción para ser protagonista.

En Pattinson y el elenco en general, en la ambientación y la atmósfera tiene este Batman sus puntos fuertes. Sus puntos débiles, aunque estoy bastante solo en esta idea, son el guion y la duración. El guion porque a pesar de ser sólido, no destaca sobremanera debido a su simplicidad y linealidad. El juego detectivesco que nos presenta Enigma no alcanza el nivel que se espera. Quizás tenía demasiadas expectativas o esperaba una trama más intrincada, al estilo John Doe (siguiendo con la comparación con Seven) o a las versiones de Guy Ritchie de Sherlock Holmes. Un personaje como Enigma merecía una trama más retorcida y no tan unidireccional. Ni siquiera el giro que involucra a la familia Wayne en la entramada corruptela despierta sorpresa. Todo va discurriendo en línea recta sin sobresaltos. Hay varias escenas estiradas y repetitivas (las visitas al orfanato, las incursiones en el club de Falcone..) pero quizás la parte que hace destrempar definitivamente y estropea el conjunto como la sacarina en el café, es el chapucero final. Toda la orquestada sinfonía que compone Enigma durante la película se cae con la aparición de una banda de aficionados anarquistas a quien se les confía el clímax y cierre de tan laborioso plan. Un desastre. Desconecté absolutamente de la película y salí del estado inmersivo en el que estaba sumergido.

Es entonces cuando tomé consciencia de las casi tres horas de duración del film y de como llega a su final con las fuerzas justas y casi sin aliento. La historia pedía a gritos un tercer acto explosivo. Abandonar el ritmo suave y acompasado que llevaba e inyectarse esa droga verde que se mete Batman en la pierna para darle un subidón final. Se queda tan corto y es tan torpe que deja una sensación de desengaño alarmante. Tanto tiempo para construir la historia y tan mal resuelta.

En este Batman destaca la forma sobre el fondo y lo hace de forma magistral. Es una joya cinematográfica que narra una historia facilona de sobornos, corrupción, venganza y poderes en la sombra y que se desmorona con un final atropellado, efectista e incluso melodramático con la separación forzosa de Batman y Catwoman.

Tendremos secuela seguro. La reconstrucción de este nuevo Batman y la creación de esta nueva Gotham se merecen un nuevo Joker. Y por el camino seguiremos debatiendo si queremos más a papá Nolan o a mamá Burton porque a Reeves de momento, sólo le alcanza para ser el hijo pródigo. 

Que no es poco.

7/10

sábado, 5 de febrero de 2022

SCREAM Y PUNTO

La nueva película de la saga Scream, que no sé si llamar secuela, revisión, actualización o usar el nuevo vocablo que se han inventado para la ocasión, "recuela", ha querido rendir un merecido homenaje a dos cosas: A los fans de la saga y a la película original que hizo resurgir el subgénero más hemoglobínico del terror, el Slasher.

Eso es Scream 2022. Un autohomenaje y una reverencia a los chavales que vimos renacer en los 90s el género slasher y que la resaca de los años 80 había desgastado hasta la extenuación, resultando predecible y aburrido ante la saturación de Jasons, Michaels, Freddys y sus infinitas secuelas. Esta nueva entrega es lo que pretende ser y es lo que se espera de ella. Aunque en momentos raya el suspenso, acaba logrando lo que se propone: parodiar y homenajear a partes iguales a todas esas películas donde jóvenes estudiantes huyen y luchan contra un asesino enmascarado.

Los artífices de esta nueva Scream son Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett, dos amiguetes que ya habían trabajado juntos en varias ocasiones y se ve que se entienden a la perfección detrás de la cámara porque si ya es estresante dirigir, hacerlo bicéfalamente debe ser la polla... El reto y la dificultad añadida que tenían por delante los dos directores era no hacernos añorar con nostalgia excesiva al maestro Wes Craven y al guionista Kevin Williamson, creadores de la saga y de un género en sí mismo.

Todas las singularidades de la franquicia nacieron de las mentes de Wes y Kevin. Sorprendieron cargándose a Drew Barrimore en la secuencia inicial. Rompieron moldes con la figura del asesino-doble. Acertaron cuando desarrollaron la idea de una película dentro de la película o eso que los entendidos ahora se empeñan en llamar "metacine" donde la película se adapta a sí misma a través de la saga Stab. Pronunciaron en voz alta las reglas de oro de las películas de terror. En fin, construyeron un universo cinematográfico tan reconocible y añorado que bien merecía este tributo y que desde la respetuosa mirada de Bettinelli-Olpin Gillett, se ha plasmado en esta entrega.

Scream 2022 sabe cual es su cometido desde el principio. Salta a la vista que no pretende darle un nuevo giro al género ni reinventarlo. Está ahí para rendir tributo al cine de terror y a los maestros del celuloide. En general y en todo su espectro. Te enseña un plano de la ducha rindiéndose a Hitchcock y su Psicosis. Apellida Carpenter a la prota para recordar al Gran John. Incluso "achicharra" a Mickey Madison como ya hiciera DiCaprio, de un modo más Tarantiniano, en Érase Una Vez en Hollywood. Toda el film rebosa easter eggs y tributos al Cine (en mayúsculas) y ahí radica la grandeza de la película, en dar a los cinéfilos una buena dosis de morriña por los momentos vividos cuando vimos por primera vez aquellas imágenes que nos cautivaron y se grabaron en nuestras memorias.

El único guiño que no alcanzo a entender es el hate que vuelcan sobre Rian Johnson, artífice en el mundo Scream de Stab 8. Quiero creer que señalan Los Últimos Jedi la cual dirigió, pero en absoluto pienso que sea una película de la que haya que avergonzarse y además, su filmografía es envidiable. Para servidor, es una meada fuera de tiesto.

El guion es más de lo mismo y no se avergüenza de parecer repetitivo: Woodsboro, secuencia inicial con chica contestando la llamada telefónica del asesino cinéfilo, Sidney Prescot, Gale Weathers, Dewey... Lo que la hace original es su actualización a las nuevas generaciones que tienen el estómago ya curtido para soportar vísceras y casquería. Así, podemos ver asesinatos mucho más cruentos y salvajes. Puñaladas en todo el careto, asesinatos a plena luz del día y en mitad de la calle y, por supuesto, la muerte de personajes habituales de la saga que rompe el mito de la inmortalidad de los protagonistas históricos.

Tiene momentos muy destacables como los discursos de la hermana melliza sobre cine, secuelas y tópicos del género. O las referencias al nuevo terror actual de Heridatary, Babadook o La Bruja elevándolas a un nivel intelectualoide que parece obligar a los amantes del terror a venerar estos títulos rebajando hasta el infantilismo a las películas del sustito fácil. En este sentido, esta Scream es astuta para reírse de las modas y tendencias y a su vez rendirse a la evidente genialidad de las nuevas generaciones que están revitalizando y revolucionando el género.

Los actores, por su lado, cumplen sin alardes y sin demasiado talento... Courtney Cox hace tiempo que se estropeó como actriz (y como persona, vaya careto se ha dejado...). Para Neve Campbell es muy evidente que está ahí de paso y que el mundo de la actuación dejó de interesarle hace años y David Arquette tiró el poco arte que tenía en los rings de lucha libre... Si no fuera por el romanticismo que genera volver a ver al trío en pantalla persiguiendo a Ghost Face, sería una puesta en escena vergonzosa. 

En cambio, el elenco juvenil cubre las carencias del veterano trío en los que debería recaer el peso de la interpretación. Eché en falta un mayor protagonismo de Mickey Madison (guiño) pero, en general, mantienen bien el clima y sostienen los momentos de tensión con solvencia.

El cine de terror evoluciona y se adapta a los tiempos, a las generaciones de cada época, a las tendencias, hasta que llega un día que la fórmula se agota, la vaca deja de dar leche y es momento de reinventarse. Le pasó al slasher de asesinos enmascarados, al nuevo extremismo galo, al torture-porn y le pasará al nuevo terror "elevado" de Jordan Peele, Ari Aster & Co.

Afortunadamente, en los tiempos actuales todavía hay sitio para una película de corte más clásico que nos demuestra que se puede penetrar en la audiencia, cualquiera sea el sub-género, siempre que la calidad y el talento resalten.

En resumen, Scream 2022 es la esencia de la saga. Es el tributo y homenaje al tristemente desaparecido Wes Craven. Es su cine, su mirada y su genio. Es la auto-parodia que ideó en 1996 con la primera entrega. Es la nostalgia de las generaciones que crecimos con sus películas. 


Es su legado. Gracias por tanto, Wes.

7/10

lunes, 3 de enero de 2022

CUANDO EL SABIO SEÑALA LA LUNA, EL MUNDO MIRA EL DEDO

Que Adam Mckay sabe escribir historias está más que demostrado, no sólo por sus éxitos y premios como guionista sino por haber encandilado a crítica y público con sus obras. Que además sabe cómo dar forma a las palabras y plasmarlas en fotogramas, también. El talento para hacer ambas cosas y hacerlas bien, está al alcance de pocos. Pues Mckay no sólo lo borda sino que parece que se siente como pez en el agua.

Lo mismo le da dirigir películas bobas con su amiguete Will Ferrell, que lidiar con un brutal elenco actoral y diseccionar la mayor crisis financiera que ha conocido la humanidad, que desnudar las miserias de un vicepresidente sin escrúpulos. Mckay tiene experiencia en manejar la sátira y el humor como vehículo para contar historias serias. Ha pasado muchos años escribiendo guiones en SNL y conoce perfectamente los mecanismos del humor.

Obviando su etapa gamberra como cineasta, suyas son las magníficas La Gran Apuesta y Vice. Dos pseudo-documentales donde nos radiografía sendos capítulos negros de la historia americana con una puesta en escena revestida de un tono satírico que les confiere una crudeza tan salvaje como cómica. No digo que sea fácil relatar momentos históricos pero desde luego, es más sencillo basarse en los hechos acontecidos de forma objetiva que mostrarlos con una pátina de humor negro y mala uva. Además, cuando el enfoque histórico se mezcla con toques humorísticos, es sencillo perder de vista la profundidad y la crítica del mensaje y quedarse en la superficie del chiste fácil, pero Mckay consigue siempre mantener el foco donde le conviene y aunque en momentos parece que su cine sea algo superficial, acaba calando.

Lo que sí le encanta es remover conciencias. Si con La Gran Apuesta nos enseñaba las consecuencias de los excesos y la codicia, culpabilizando a todo la sociedad del colapso financiero de 2008, y en Vice nos mostraba el poder que un don nadie es capaz de amasar con la astucia necesaria, en No Mires Arriba, desnuda a una sociedad errante, arrastrada por los medios y las redes sociales, donde los grupos de poder campan a sus anchas para enriquecerse y desguazar un planeta que desde hace ya mucho tiempo, pide auxilio a gritos sordos.

Con estos ingredientes se ha cocinado el nuevo plato del director/guionista, producido por Netflix y protagonizado por un plantel de actores de vértigo: Leo Dicaprio, Jennifer Lawrence, Meryl Streep, Cate Blanchet, Jonah Hill, Mark Rylance y unos cuantos más. El presupuesto según la prensa ha sido de 75 millones de dólares pero viendo los sueldos del dúo protagonista, alrededor de 20 millones por cabeza, se antoja muy corto para una película así.

Como director, Mckay es sencillo y práctico. No se complica la vida buscando el plano imposible o la transición perfecta. Rueda como escribe y donde va un punto y a parte y el fin de un capítulo corta el plano y se queda tan pancho. La película destaca poco en su vertiente técnica. La fotografía, la planificación y el montaje son lineales, sin cabriolas, excesos ni complejidades. La banda sonora sí merece mención a parte por lo lograda que está y cómo entrelaza temas frescos cuando se quiere transmitir un tono más humorístico con otros más solemnes cuando la épica es protagonista. 

En general, No Mires Arriba es una película fácil de ver, gracias sobre todo a las grandes actuaciones, destacando, como no, a un Dicaprio en el papel de hombre corriente lejos del galán o personaje rotundo y fuerte al que nos tiene acostumbrados y a Jennifer Lawrence como joven científica impulsiva, millennial y anti-sistema. Si de algo peca el film es de alargar excesivamente determinados momentos a mitad de metraje y perder intensidad pero el impecable trabajo de los actores muchas veces es suficiente para sostener la película.

Y eso que arranca de una forma enérgica y directa: Una científica novel descubre un cometa y junto a su mentor, un científico apalancado en una vida monótona y aburrida, advierten que el astro impactará contra la tierra, provocando la extinción de la raza humana, en poco más de seis meses. Así para empezar, no está nada mal y eleva la expectación y la atención a lo más alto. Además, desde que aparecen los créditos iniciales, se intuye que la historia va a estar salpicada de con un toque humorístico y poco después y tras la visita de nuestros protagonistas a la Casablanca, ya se ve por dónde van los tiros y el enfoque hacia la crítica del sistema político actual y a la influencia de la prensa y las redes sociales en la opinión pública. 

Así que la película transcurre viendo como nuestra pareja de científicos, en su obligación de anunciar fatal acontecimiento, se ven atrapados en un vaivén mediático que los zarandea como títeres entre platós de televisión, memes y despachos gubernamentales buscando la atención necesaria ante un hecho tan apocalíptico.

Es a partir de aquí cuando lo absurdo se vuelve protagonista. Una presidenta de los EEUU, interpretada por la genial Meryl Streep y un jefe de gabinete e hijo de la presidenta al que da forma un Jonah Hill, tan graciosos como ineptos en sus funciones. Un capo tecnológico a lo Steve Jobs o Elon Musk que sólo sueña con el control y manipulación de la población y en la riqueza personal. La televisión en busca del morbo y la salsa rosa en pos de sensacionalismo y audiencia. Todo corrupto, banal, indecente y deshumanizado que, como espectadores, nos provoca rechazo e incredulidad a partes iguales por la exageración de la representación, pero, al dotarlo de una capa de humor, nos invita a olvidar el contexto subyacente y amenazante y a pensar que finalmente y por arte de magia, el problema se solucionará y todo acabará sin más. Vamos, que en vez de pensar en la extinción de la humanidad y cómo solucionar el entuerto, se nos dirige como borregos en un pensamiento manipulado para interés de unos pocos. Todos mirando el dedo.

La sátira parece exagerada pero está más cerca de la realidad de lo que aparenta. Vivimos en un mundo en el que hay gente (mucha) que niega la existencia de un virus que hace estragos, o que niega la eficacia de las vacunas, o que giran la espalda a las evidencias que indican que el planeta se calienta a pasos agigantados, o que vive embobada ante una pantalla coleccionando likes y publicando vidas felices en una rara competición de apariencias. Un mundo en el que Donald Trump (al que parodia Meryl Streep claramente) ha gobernado los EEUU. Parece un chiste. 

La película es excesiva en el tono, de acuerdo, pero cuando reposa uno se da cuenta de que no estamos tan lejos y que no sé si será un cometa, un maremoto o todo a la vez, pero que estamos condenados a la extinción es patente y que, al final, tenemos el mundo que nos merecemos. 

Y esto, no tiene ninguna gracia.

8/10