domingo, 30 de octubre de 2022

BIENVENIDO MISTER EGGERS

Volvió Robert Eggers, uno de los niños bonitos del actual Hollywood con su última película bajo el brazo, The Northman, dispuesto a reventar la taquilla y seguir cosechando elogios, hasta la fecha exagerados y respaldados por ese sector de la crítica que parece que se duchan con champán y mean colonia.

Eggers tiene genio, desde luego, pero se embrolla en sí mismo haciendo cabriolas argumentales que confunden y ensombrecen sus películas. Nunca he entendido el desmedido aplauso que se han llevado sus títulos anteriores, La Bruja y El Faro, porque sí, son buenas películas, sobre todo la primera, y tienen mucho cine dentro, pero se desinflan y acaban siendo soberanamente aburridas. Eggers es un buen y ahora me atrevo a decir, un gran cineasta, pero no es (o era) un buen generador de historias. No es Spielberg, no es Shyamalan, no es Hitchcock. Es un esteta enamorado de sí mismo con mucho estilo propio y una huella visual de belleza inusual. Eso tiene mérito, mucho, pero en la opinión de este necio, no era el cineasta que nos quisieron vender... hasta hoy.

He querido ver The Northman sin prejuicios ni altas expectativas. Tomando distancia con mi escepticismo hacia la obra del autor hartamente untada en vaselina por la crítica y metida por el culo del fandom de este "nuevo" cine elevado. La he visto con el ceño relajado y ojos cándidos. Como el que se sienta a ver una película de Torrente, y desde el primer momento noto como la postura pasiva que tenía en el sofá se vuelve más atenta e interesada a cada minuto que pasa. La escena me va envolviendo como ese viento gélido traza la trayectoria de los cuervos que aparecen en los primeros fotogramas. Esa planificación tan bien dibujada, la excelente fotografía y la ambientación sonora invitan a soñar con una historia de bárbaros vikingos alejada de los clichés y estilos de las faraónicas producciones hollywoodienses.

Cualquier adjetivo que quiera definir la estética y la planificación milimétrica de las escenas se queda corto. Es sublime. El uso constante del plano secuencia, el plano frontal marca de la casa, la ausencia del plano-contraplano en los diálogos resueltos con un solo encuadre sostenido y perfectamente encajado en la escena, los travellings, los planos fijos y estáticos huyendo del odioso recurso tan de moda de rodar cámara en mano, el uso de la profundidad de campo donde en un plano se pueden ver transcurrir múltiples acciones simultáneamente. Es que toda la película es una composición artística realizada con tanta clase y gusto estético que parece que Eggers haya recurrido a la ayuda divina para mostrar tal dominio de la técnica y facturar una película tan bella como entretenida.

Los ejemplos son múltiples pero por nombrar mis favoritos, el asalto vikingo al poblado es tan potente y físico que dan ganas de coger un palo y sumarse a la escabechina; o la secuencia en la que Amleth, derrota a ese guardián fantasmal que custodia su espada; o el enfrentamiento final entre los dos actores protagonistas, con esa perfecta coreografía bélica y ese final tan épico y salvaje. La película está llena de escenas para enmarcar a las que ayuda como un personaje más, los paisajes islandeses donde se ha rodado la mayoría del film y las inclemencias propias del clima nórdico.

El guion no es especialmente brillante. Es una historia de venganza contada infinidad de veces. Braveheart, Kill Bill, Gladiator... todas cuentan lo mismo. The Northman sin embargo se caracteriza por ser una revisión de Hamlet, que a su vez, está basada en la leyenda de Amleth, curiosamente, el nombre del protagonista. Arranca la película con el asesinato del rey Aurvandill, interpretado por Ethan Hawke a manos de su hermano Fjölnir. Su hijo, el principe Amleth, siendo un crío, presencia el crimen y consigue huir antes de que su tío Fjölnir acabe también con su vida. Mientras huye, jura venganza con ese mantra que se repite una y otra vez y que a la postre resulta su misión en su terrenal vida. Amleth crece y se convierte en un enorme Alexander Skarsgård tanto en lo físico como en el desempeño de su papel. Mientras entrena con vikingos y saquea poblados, planea su personal venganza haciéndose pasar por esclavo para introducirse en el poblado donde su tío Fjölnir y su madre biológica han rehecho su vida juntos. A partir de ahí, donde la película llanea un pelín, vemos como Amleth con la ayuda de Anya Taylor-Joy, va desarrollando su plan y eliminando uno a uno a sus objetivos hasta la traca final.

En el fondo, no se trata tanto de qué se cuenta sino de cómo lo hace. La historia trascurre sin excesivas sorpresas, a excepción de ese giro que pone patas arriba toda la película, pero el desarrollo de los hechos, los diálogos y las transiciones entre actos son tan brillantes que Eggers no tiene que recurrir a truquitos ni trampitas de guion para mantener la atención. Hay secuencias con una violencia explícita desmesurada y otras donde la brutalidad es más limpia pero igualmente estremecedora, como el momento en el que Amleth da muerte a su madre y hermanastro y acto seguido aparece su tío Fjölnir para recoger y arrastrar los cadáveres de su familia fuera de la estancia como si fueran fardos. Cruda y animal al más puro estilo vikingo.

Los actores están espectaculares. Todos. Especialmente las dos actrices principales, Anya Taylor-Joy y Nicole Kidman. No puede ser de otra manera cuando, al final, la historia en realidad gira entorno a la reina Gudrún, interpretada por Kidman, y como manipula a Fjölnir para llevar a cabo su objetivo y destruye el sentido tan poético de la venganza de Amleth cuando le confiesa su pérfido plan. El resto del elenco es espectacular por los nombres y por las actuaciones, Skarsgård, Willem Dafoe, Claes Bang, Ethan Hawke... hasta la pequeña aparición de Björk interpretando al oráculo es magnífica.

Algo malo tiene, poco, muy poco, pero a mí me sobran parte de los rituales y el folklore. Demasiados cánticos y ceremonias paganas. Con la mitad se habría entendido igual. Ya sabemos que Eggers tiende a la grandilocuencia narrativa y se gusta creyéndose el más listo de la clase pero hay escenas más dignas de un documental sobre la cultura nórdica que de una ficción. La duración en cambio no me pareció desmesurada a pesar de sus 137 minutazos. Pasa como un suspiro y con la atención prácticamente intacta desde el minuto uno. 

Con todo, se nota la mano que maneja la pasta y como la Universal seguro revisó el material para asegurar que, además de ser una película compleja y personal, llega al gran público y es capaz de recuperar los 90 millones de presupuesto que ha costado. Es más que probable que si el largo hubiera sido producido, como en sus películas anteriores, por A24 y Eggers hubiera tenido libertad absoluta, la película no hubiera funcionado igual de bien y Eggers se habría enredado en rituales folclóricos y liturgia nórdica, seguramente fieles a la historia pero alejándose de la audiencia.

Rodar con la Universal asegura todos los caprichos, medios y cacharritos para jugar pero también comporta una supervisión que se hace notar en la película con diversas explicaciones y aclaraciones durante la trama que ayuda en la comprensión de la mitología, cultura y tradiciones vikingas. Y francamente, aunque alguna queda demasiado subrayada, son de agradecer y no desentonan ni resultan redundantes y sobre todo, no insultan la inteligencia de los espectadores.

En definitiva, que si he rajado incontables veces de Robert Eggers y las constantes mamadas de nabo que le hace la critica, me toca tragarme mis palabras, alabar su trabajo y rendirme ante el genio que ha demostrado con este peliculón, que es cine en estado puro, donde la brutalidad y la belleza se dan la mano y viajan hasta el Valhala para vivir eternamente entre los dioses del celuloide.

8/10