viernes, 25 de agosto de 2023

ARE YOU TALKIN’ TO ME?

Volviendo por aquí y recuperando el tema más recurrente en este blog, el género de terror, vamos a bucear en la que hasta la fecha está siendo la película “tapada” de este verano, Háblame.

Sin hacer apenas ruido y gracias al maravilloso boca-oreja, Háblame se erige como la propuesta más interesante y refrescante del verano, dejando atrás los hypes de las grandes esperadas Oppenheimer, Indiana Jones o Misión Imposible.

Sólo cuatro datos para añadir un poco de contexto sobre la película: Ópera prima de los hermanos Danny y Michael Philippou, desconocidos en las artes cinematográficas pero consagrados youtubers. Un elenco de actores sin caché pero con muchísima presencia en pantalla y carisma. Una buena narrativa. Una excelente historia con diferentes capas bien definidas. Una perfecta duración. Todo bien.

Los elogios que ha escrito el gran Peter Jackson sobre la película no son gratuitos: “Es implacablemente aterradora e inquietante, de la mejor manera posible. No solo es buena, es muy, muy buena. La mejor y más intensa película de terror que he disfrutado en años”.

Además, leo que dos de los grandes nuevos genios del terror, Ari Aster y Jordan Peele, también han quedado loquitos con la película… y no es que yo me quiera sumar a esta corriente para ser más molón, es que la película vale sus 94 minutos en oro (aunque alguna pega le tendré que sacar). Con un presupuesto de 4,5 millones de dólares y una recaudación hasta día de hoy superior a los 50 millones, lleva camino de romper récords en los registros de la productora A24.

Y qué nos cuenta Háblame para que haya despertado tan buena acogida? Pues a priori, nada especial. Es la clásica historia de posesiones, fantasmas y sesiones de espiritismo que hemos visto hasta la saciedad... El Exorcista, nuestra querida Verónica, Expediente Warren…  muchas, muchísimas, pero hay varias cosas que hacen de Háblame un título diferente:

Uno: El nuevo enfoque adaptado a las nuevas generaciones. Si el espiritismo casi siempre se ha mostrado en el cine como algo peligroso, oscuro, incluso prohibido, aquí se trata como algo lúdico, una forma de pasar noches con amigos consumiendo alcohol y drogas mientras emiten en stream la posesión del espíritu de turno. Como si de un reto viral se tratara, se turnan para contactar con espíritus, dejar voluntariamente que éstos los posean durante menos 90 segundos y reírse de las consecuencias, aparentemente inofensivas. Es chocante ver cómo reaccionan cuando ven aparecer al espíritu delante de ellos y como el resto de chavales se parten el culo. Transmite perfectamente la sensación de inmortalidad que la juventud emana, la irresponsabilidad y la despreocupación absoluta por las consecuencias. Todo muy punk, transgresor, adolescente en definitiva.

Dos: El trasfondo dramático. El nuevo cine de terror se caracteriza por dibujar tramas con personajes con un pasado enigmático y oscuro, véase Hereditary, The Lodge, Let Me Out y tantas otras, donde el tono siempre mantiene esa atmósfera de que “algo no va bien”… dándonos pistas de las capas subyacentes de los personajes que servirán de encaje en el último acto. Aquí, sin embargo, el tono es desenfadado, todo forma parte de una gran juerga que sólo a mitad del metraje se empieza a torcer dando peso y paso a los pensamientos intrusivos de la protagonista. El vacío que ha provocado el suicidio de su madre, el sentimiento de culpa sobre ella misma y sobre todo hacía su padre al que responsabiliza de la muerte de su madre. Esta última subtrama es quizás la más desdibujada, aunque tampoco es nuclear para el desarrollo. Es sobre la mitad de la película cuando todo empieza a pivotar sobre la protagonista dándole un punto de vista dramático a la historia que se mezcla con lo paranormal de forma excelente.

Tres: La estética. Me viene a la memoria la gran The Faculty de mi adorado Robert Rodriguez donde la estética de los últimos años 90 era protagonista. Si aquélla dibujaba las juventudes de la época y cómo enfrentarse a una invasión alienígena usando droga de diseño como arma, Háblame es su versión revisada y actualizada, esta vez, con fantasmas y mediante una mano muerta que conecta con el limbo. La película tiene una potencia visual impactante. La mano que sirve de cable con el más allá es tan icónica que ha hecho olvidar a las obsoletas tablas de ouija y los pentagramas. Quizás eché en falta más profundidad sobre el origen de la mano y como ha ido viajando de mano en mano (guiño) hasta la actualidad. Puede que los directores se hayan reservado esa línea argumental para la confirmada segunda parte de la película. O puede que realmente no quieran que le demos importancia como espectadores tal y como hacen los protagonistas del film. No es fundamental saber los entresijos de la historia de la mano embalsamada, lo realmente importante es que está ahí, que funciona y que su poseedor será trending topic.

Cuatro: El final. Es poco habitual ver películas que acaban mal. El espectador siempre espera que el desenlace salve al protagonista y devuelva todo a su estado inicial. Hay honrosas excepciones como la eterna La Semilla del Diablo, Hereditary que antes nombraba o Verónica, pero no es lo esperado. Por eso, cuando una película como ésta acaba con la muerte de la protagonista (spoiler gratuito… de nada) después de todo el sufrimiento que ha soportado, todavía queda una sensación más agria en el espectador. Un incómodo desenlace aunque armonice con el desarrollo. No hay convencionalismos en Háblame y mucho menos en su final.

Por lo demás, técnicamente no es un portento, pero deja destellos de mucha calidad y buen gusto. Conversaciones fuera de plano, un montaje muy dinámico y una puesta en escena sobria pero efectiva con pocos escenarios y localizaciones pero muy bien diseñados. Recuerdo la secuencia final con nuestra protagonista corriendo por el pasillo de un hospital persiguiendo a su padre. Magistralmente rodada.

En definitiva, habrá que seguir de cerca a los hermanos Philippou porque si son capaces de hacer una película tan redonda en su primera puesta de largo, miedo me da lo que pueden ser capaces de hacer con un poquito más de experiencia en el medio. De momento nos dejan esta joya de terror adolescente versión Generación Z. Una radiografía del comportamiento y filosofía del colectivo adolescente actual tan irresponsablemente temerario.

O quizás haya sido así siempre y lo único que pasa es que nos hacemos viejos.

7/10

lunes, 1 de mayo de 2023

MÁS AFTERSUN Y MENOS FILTROS

No soy amante ni defensor del cine dramático ni sentimentaloide. En realidad, lo evito siempre que puedo. No es un género que me guste explorar buscando pequeñas joyas o que me entretenga una tarde de domingo así que sólo elijo aquellas películas con buen currículum, ya sea por el cartel de artistas o por una crítica unánime y positiva. Vamos, que voy a tiro hecho.


Siguiendo las recomendaciones de mi cinéfilo psicólogo. me acerco a Aftersun sin tener ni idea de su temática, elenco ni crítica. Me puedo arriesgar de esta manera porque acierta en cada uno de sus consejos y además, como digo, es mi psicólogo y tengo que hacerle caso.

La película empieza con ese sonido tan característico que hacían las antiguas cámaras de video al rebobinar las pequeñas cintas donde se almacenaban horas y horas de aburridas vacaciones y fiestas de cumpleaños, y vemos un video casero donde una hija y un padre tienen una casual conversación y ella pregunta repetidamente "dónde te imaginabas acabar cuando tenías once años?". El video se congela antes de la respuesta para cambiar a una mujer en una especie de discoteca bañada en luces estroboscópicas mirando fijamente a la cámara. Y así arranca y parece que no has visto nada y su directora, Charlotte Wells, te ha contado media película.


Lo que vamos a presenciar durante poco más de hora y media es a una Sophie adulta intentando reconstruir las últimas vacaciones que pasó junto a su padre Calum cuando tenía once años. Uniendo los retales de unos cuantos videos domésticos y recuerdos escondidos en su memoria, ordena las imágenes y las mira desde otro ángulo para tratar de encontrar explicaciones al abandono de su progenitor. Desde la perspectiva de una mujer, madre de una criatura, que vive en pareja, desentraña los hechos que siendo niña le pasaron desapercibidos. Quizás porque ocurrieron fuera de plano o quizás porque su pequeña mente todavía no entendía pero ahora, con la distancia que le da la vida, parece encajar las piezas o al menos, comprender los motivos que hicieron que su padre la abandonara tras aquellas vacaciones y finalmente, perdonarlo.


Esas piezas son precisamente los momentos que sólo como espectador apreciamos y nos ayudan a comprender el fondo de la historia. 

El esfuerzo de un padre, recién divorciado, por hacer pasar a su hija unas vacaciones inolvidables. Un padre del que no se sabe mucho pero del que se adivina todo. Posiblemente sumido en una depresión, abandonado, sabedor que ha perdido a su familia, probablemente porque su mujer decide dejarlo por su mediocridad o su inmadurez o porque tuvieron una hija muy jóvenes y la perspectiva de vida de cada uno ha cambiado. Aderezado todo con problemas con la bebida y cierto flirteo con el suicidio que nunca sabremos si acaba consumándose. Qué más da.

Ese padre refugiado en el Tai Chi para canalizar sus ansiedades o frustraciones, que fuma y baila a escondidas, que se emborracha y queda engullido por el mar cuando su hija prefiere irse con unos chavales que pasar otra noche con él, que cumple años con una sonrisa forzada, que llora desnudo desconsoladamente, que no sabe cómo se ha roto la muñeca ni qué le ha pasado en el cuello, seguramente consecuencia de excesos de alcohol, que compra una alfombra carísima que no puede permitirse para que cuente su historia y rememore los recuerdos de ese viaje.

Un padre roto que sabe que la vida que había construido, de mejor o peor forma, se desmorona y el único ancla que le mantiene en tierra firme es el amor por su hija, por eso, cuando el viaje termina y se acaba el último baile al ritmo de Under Pressure, no queda nada a lo que aferrarse y sólo puede cobijarse en un rincón de la memoria de su hija y hundirse en ese lugar oscuro del que no va a poder escapar.

Ese final, ese plano que circula desde la Sophie de once años inocente y ajena a los problemas de la vida adulta, que pasa a la Sophie madre entendiendo por fin al hombre que era su padre y los demonios con los que lidiaba, que sigue hacia la mirada de un padre movido por el amor a su hija y termina con ese hombre abandonado entre los recuerdos y decidido a hundirse en una forzada y forzosa soledad; ese plano, debe figurar por méritos propios entre los más emocionales y conmovedores de la historia del cine.


La película no destaca de un punto de vista técnico porque lo que prima sobre todas las cosas es el sentimiento que transmiten sus imágenes, las miradas y los gestos, la química entre los dos protagonistas, pero no sería justo no destacar los recursos narrativos y visuales que utiliza la directora Charlotte Wells en ésta su ópera prima. Como juega y entrelaza las imágenes de los videos caseros con planos reales, los reflejos, los encuadres, la iluminación para dejar en penumbra a Calum o los efectos de luces en las secuencias de la discoteca. Se nota una artesanía y cuidado por los detalles que evocan nostalgia por un cine de autor que se ha perdido entre pantallas de CGI y producciones en masa de las grandes plataformas.

En cuanto a los dos actores protagonistas, sus actuaciones son sublimes, Frankie Corio como Sophie transmite esa ingenuidad e inocencia propia de una niña preadolescente que empieza a descubrir la atracción sexual, las clases sociales, las juergas entre amigos... de otro lado, la interpretación de Paul Mescal, está a otro nivel. Digno nominado al Óscar, Mescal imprime a su personaje tal cantidad de capas y matices que puedes llegar al alma de ese padre depresivo a través de sus ojos, de la contención de sus actos. Magistral.


Es una película de mínimas expresiones y máximos significados. Una película tan íntima que a veces uno se siente incómodo por estar presente en las conversaciones cotidianas de un padre y su hija. Los que somos padres, de hijas además, queremos ser Calum, el padre abnegado que sólo procesa atención, comprensión, ternura, protección... amor en definitiva por su pequeña y no el padre que riñe a su hijo porque tiene una pataleta por no querer salir de la piscina... a veces, hace falta que te retuerzan el corazón para recordar de qué va esto de vivir, que te recuerden cuál es el motor que nos debería mover, las cosas por las que vale la pena luchar y resistir y persistir y cómo perderlas te vacían el alma incluso hasta el extremo de no poder soportarlo. Hasta el extremo de querer acabar con todo.

A veces hacen falta películas así. Aunque duelan.

9/10

lunes, 23 de enero de 2023

PUÑALES DE CRISTAL

Por fin la tenemos aquí. Como un regalo de Navidad llega Glass Onion, la tan esperada secuela de Puñales Por La Espalda. Producida por Netflix, repitiendo la fórmula y dándole control total a Rian Johnson que de nuevo dirige y escribe la cinta en el género que mejor domina y más le gusta. Ese thriller con tintes cómicos cercanos al slapstick y bañado en negro para ironizar sobre lo que le da la gana sin ponerse demasiado intensito. Si en la primera Puñales (por abreviar) tocaba la endogamia de la supremacía blanca americana y la xenofobia, aquí despelleja a esos nuevos ídolos del postureo y de la transgresión impostada. Influencers, genios tecnológicos endiosados, startuperos... Johnson sabe aligerar el tono para no tener que adoctrinarnos ni soltar moralinas. Se toma la distancia suficiente y necesaria para que sea el espectador el que haga su lectura si le apetece y eso, yo al menos, lo agradezco.

Antes de empezar, el primer problema que tiene esta película es la inevitable comparativa con su predecesora y lamentablemente en esa pelea, Glass Onion sucumbe estrepitosamente como toda segunda parte que se precie. En conjunto, Glass Onion es una muy buena película y la situaría sin duda en mi Top 20 de este 2022 pero ni alcanza la grandeza de la primera entrega, ni está tan bien resuelta, ni mejora las actuaciones del elenco, ni nada de nada. Así que empezamos aquí el análisis para poder acabar diciendo con rotundidad y sin sonar a tópico que "la primera era mejor".

Arranca la película directamente con la presentación de los personajes recibiendo una caja misteriosa que esconde una invitación del gurú Miles Bron para acudir a su ostentosa mansión y resolver el enigma de su asesinato. Tablero de Cluedo dispuesto y jugadores presentados para dejar claro desde el principio qué vamos a ver. Ojo porque ni es ni quiere ser una continuación de Puñales Por La Espalda, de hecho, casi se podría cambiar el orden de las cintas sin alterar la cronología. Es otra aventura del detective Benoit Blanc desentrañando el misterio del crimen de turno. Nada más y nada menos. 

Empezando por los personajes, esos disruptores, siento que no acaban de empastar, que no son capaces de generar la atmósfera que rodeaba a la familia Thrombey en la primera entrega de la saga. Quizás por la heterogeneidad del grupo o por la poca química que hay en casi todas las relaciones pero el caso es que no cuaja la idea de que esa tribu puedan ser amigos íntimos durante tanto tiempo. 
Además, la primera entrega tenía el componente del parentesco y las miserias típicas de cada familia saliendo a flote poco a poco y salpicando mierda como un ventilador. Este grupo, en cambio, es tan dispar que no convence. Una aspirante a gobernadora, una supermodelo con secretaria, un excesivo tiktoker... todo demasiado raro, demasiado forzado y sobre todo, poco creíble.

El escenario tampoco resulta el más adecuado. Cambiar el gótico y rústico escenario de madera de la mansión Thrombey por una isla con el omnipresente cristal como gran protagonista, no me funciona igual. El decorado de Puñales Por La Espalda tiene el aroma a clásico, a La Soga, a Agatha Christie, al Cluedo que antes nombraba. Esta Onion Glass en cambio abre demasiado el campo y no consigue generar el clima de enclaustramiento tan necesario en este género. 

En lo que destaca la película, como es costumbre en los títulos de Rian Johnson, es en su concepción y narrativa visual. Como juega con los puntos de vista, como va construyendo esa telaraña de diferentes versiones mostrando u ocultando los elementos que considera para jugar con el espectador y hacerlo partícipe del misterio.

Johnson, hábil y tramposamente, deja miguitas de pan, esconde las evidencias (esa alergia a la piña) y muestra falsas pistas para confundir a la audiencia. Como gran pega en este apartado encuentro la torpeza de ser demasiado explícito al mostrar la clave del misterio: el intercambio de los vasos. Quizás para distraer o quizás para ser coherente y justo con el público, el caso es que ese momento lo muestra tal cual, con un plano general donde los espectadores más avispados descubrirán el truco.


Escribiendo el guion en cambio, Johnson no está tan sobresaliente y quizás en esta ocasión peca de omnipotente. Quizás en parte por la presión de Netflix en hacer esta segunda entrega (y una tercera que se viene) con además, una pandemia de por medio. Parece que el guion ha sufrido las consecuencias del confinamiento y se le nota algo frío y sin alma. Quiere sorprender y acaba resultando demasiado ambicioso y a veces, hasta pretencioso. Es una gran secuela y respeta la continuidad de la primera entrega sin referenciarla en ningún momento, pero le falta empaque y robustez para estar al nivel de su predecesora.

Hay inconsistencias de guion, de nuevo, tramposas. Por qué Miles Bron tendría preparadas habitaciones, pulseras, vasos personalizados y vacunas para Andi y Benoit, si no esperaba recibir a ninguno de los dos? Por otro lado, es poco creíble y precipitado que Miles pudiera idear el asesinato de su colega Duke con zumo de piña justo después de que éste recibiera en su móvil la noticia de la muerte de Andi... y que acto seguido se apagaran las luces a las diez en punto... Parece un plan muy elaborado y maquiavélico para ser improvisado por alguien tan cándido y bobo como Miles. Hay momentos que no ocurren delante de Benoite Blanc y sin embargo los usa en su deducción... Duke es alérgico a la piña, hasta el punto de provocarle la muerte, pero no lleva una inyección de epinefrina encima, eso sí, la pistola siempre colgada (guiño guiño). En definitiva, varios pequeños agujeros que restan mucha solidez a la historia.

Pasando a otra de las grandes virtudes de esta película, las interpretaciones del elenco, Edward Norton, como es costumbre, está de diez. Si no fuera un despreciable ser humano sería el actor que toda película querría tener. Convence como un excéntrico genio a lo Elon Musk y se le nota esa capa de palurdo necesaria para darle la consistencia al personaje que exige el guion. Es un monstruo en pantalla y se come a todo el que se enfrenta. Mejora incluso cuando se ve por segunda vez con las cartas desveladas. Los errores que comete al hablar intentando ser pedante, lo irresponsable de sus decisiones empresariales, incluso falla al intentar meter una bola de billar. Las miguitas que va tirando Rian Johnson para enseñar la verdad sin resultar evidente. 

Ese juego se le da de miedo al director. Le gusta el género, disfruta rodando, se recrea como un gamberrete que quiere jugar con la audiencia y conducirla por donde quiere.  Ya lo vimos con su excelente ópera prima, Brick y con esta saga y una dirección mucho más madura, hace un trabajo de dirección brillante. Además traslada esa forma de disfrutar del relato a un Daniel Craig que se lo pasa teta resolviendo crímenes aunque se pasa de frenada y acaba siendo una caricatura de su personaje.

Siguiendo con Daniel Craig, su interpretación es también destacable pero pierde enteros por esa excesiva pompa que le da al personaje que estaba mucho más contenido en la primera película. Aquí se ha desatado y entiendo que quiera alejarse de James Bond pero coño, se ha ido al lado opuesto. 


En cambio, Janelle Monáe en su "doble" papel de heroína en busca de vendetta, no aguanta el tipo y parece demasiado cohibida en alguna escena coral con el resto del reparto. Se hace pequeña y pierde la presencia y aplomo que su personaje necesita. Mejora en momentos más íntimos como cuando está a solas con Craig diseñando el plan pero no, no es Ana de Armas ni de lejos.

En el resto de actuaciones hay de todo pero en general, bastante flojitas. La más destacable es la actuación de Kate Hudson, espectacular en su desempeño del papel de modelo idiota y pija brillando con una luz especial. Dave Bautista se queda a la sombre de Drax y el resto del reparto pasa sin pena ni gloria por escena. Cuenta también con la presencia testimonial de Ethan Hawke que aparece para frivolizar con la vacuna del Covid y desaparece sin más al igual que Hugh Grant como "compañero" de piso de Craig. Cameos muy innecesarios.

Y algo que resulta bastante pegotero es la aparición del fumeta en proceso de rehabilitación. Quiere ser un alivio cómico pero la película ya se acerca muchas veces al gag y no lo necesita. Rompe con la intimidad del grupo y la atmósfera que los envuelve. De nuevo, innecesario.

La planificación y ejecución técnica del rodaje, sin ser mala, tampoco destaca. Mantiene el estilo de la primera, que ya la sitúa a un nivel elevado, pero también se ven secuencias rodadas de forma bastante precipitada, planos mal ejecutados o simplemente fuera de lugar. Sabemos que Johnson no es un portento de la técnica y rueda sencillo, sin destacar, así que cuando le da por hacer algún malabarismo visual se le notan las lagunas.

Además, el Covid está demasiado presente tanto en la propia película como en su confección. Un cast muy cortito, pocas localizaciones y la mayoría aisladas (una isla, la casa de Andi...), presencia absoluta de la pandemia en el guion... se le ha dado un protagonismo al momento que ancla la película a una época en vez de hacerla atemporal como la primera parte. Veremos cómo resiste al paso del tiempo.


Después de un segundo visionado y ya con el misterio resuelto, la película es mucho más gustosa y se disfruta de los detalles, aunque también se le ven más las costuras, y las carencias del guion y puesta en escena se hacen más evidentes.
Lo que me parece imperdonable y es un recurso llamativamente barato es convertir tan descaradamente a Benoit Blanc en Sherlock Holmes y ponerle su sombrero en el plano final de la película. Roza el insulto.

Da la sensación de que la película sea un ñordón épico y nada más lejos. Es una gran película, entretenidísima, con un ritmo brutal y con grandes secuencias como el giro a media película cuando se resuelve el falso asesinato de Miles, y one more time, con esa maravillosa actuación de Norton. La historia no pierde el tiempo, no se enreda, empieza sin titubeos y va cogiendo velocidad sin perder nunca fuelle. Va quitando capas de esa gran cebolla, metiéndote poco a poco en la historia hasta hacerlo saltar todo por los aires y bajar el telón dejando una sensación de satisfacción en el espectador. Contento y complacido con lo que ha visto.

Sí, la primera era mejor, pero ésta es muy buena.

7/10