En mi lista de pendientes estaba ver esta película desde hace tiempo. El Faro se convirtió en la sensación del momento en su estreno y gran parte de la crítica la puso por las nubes aunque avisaban que no era una película de fácil digestión.
De saque, me sorprende ver que en una película con sólo dos actores se hubieran decantado por el vampiro Robert Pattinson, pero las dudas que tenía sobre él ya se disiparon con Tenet así que, contando con la veteranía de Willem Dafoe, el dúo protagonista apunta alto.
La película arranca con los dos actores, interpretando a dos marineros, dirigiéndose al islote donde les espera el otro protagonista del film. Un faro que será su hogar y que ocupará su tiempo en tareas de mantenimiento durante cuatro semanas.
Robert Pattinson se presenta como un compulsivo fumador, dispuesto a cumplir con las normas establecidas para el cargo y que cuestiona las acciones que Willen Dafoe, su superior, acomete. Ya sea beber alcohol e incitarle a hacer lo mismo, o machacarlo a órdenes y encomendarle las tareas más sucias y duras.
Dafoe, por contra, es un tipo que está de vuelta de todo. Un viejo lobo de mar obligado a desempeñar el trabajo de farero por culpa de una lesión. Bebedor profesional, pedorro, que ronca como un cerdo y que cada noche alecciona a su ayudante con versos y batallitas marinas.
El duelo interpretativo está servido y uno no puede evitar acordarse de La Huella de Mankiewicz con Caine y Olivier compitiendo en pantalla. En la primera parte de la película, Dafoe sale claro vencedor de la batalla, escupiendo (en sentido literal y figurado) a la cara de su rival el talento que tiene y dejando a un Robert Pattinson muy encorsetado y reprimido en su papel.
A medida que avanza la historia, se comprende por qué Pattinson se contiene. Llegados a un punto, el joven actor se desenmascara con un pasado turbio incluso delictivo que define su comportamiento inicial. Es ahí, cuando la locura y descontrol se apoderan de la película y cuando Pattinson da lo mejor de sí poniéndose al nivel (o más) de un Willem Dafoe que como buen maestro siempre mantiene el listón muy alto. Ojo que tenemos a un nuevo DiCaprio, el guaperas que enamora pero además, actúa de cojones.
La película está rodada en formato 4:3 y blanco y negro que, aunque nos enseña unas texturas y planos maravillosos, francamente, me parecen más una extravagancia que un recurso. Supongo que con el formato, el director querría "encerrar" a los personajes y dar esa sensación de claustrofobia e incomodidad que caracteriza al film pero no parece suficiente excusa y se me ocurren ejemplos como Buried o Cube, donde se consigue la misma atmósfera en formato 16:9 y a todo color.
Momento para hablar del guión y aquí es cuando servidor empieza a torcer la cabeza y a cambiar de opinión sobre la obra. El arranque del film invita a presenciar una batalla de poder entre maestro y aprendiz y así se desarrolla la primera media hora. Mientras el joven desempeña los duros trabajos de mantenimiento, el viejo se encarga celosamente de custodiar la luz del faro y no permite que su ayudante intervenga ni lo más mínimo en esa parcela. Esa luz, como la fruta prohibida del paraíso es el motivo de las disputas más encarnizas (y homicidas) entre ambos protagonistas y que sirve de mcguffin para el desarrollo de la película.Las gaviotas, que dicen simbolizar las almas de los marineros muertos, la tienen tomada con Pattinson como si supieran que no es trigo limpio. Así que todo se descojona cuando el tipo agarra una gaviota por el cuello y la hace trizas a golpes contra una roca. Se desata entonces una tormenta incesante y los dos fareros se quedan aislados en el islote a la espera de un relevo en el trabajo que nunca sucede.
Y aquí es cuando la historia se empieza a descontrolar. Coincidiendo con la confesión del joven aprendiz sobre su pasado, acuciados por la falta de alimentos y en permanente estado de embriaguez, se empiezan a entremezclar las visiones y delirios de un Pattinson que empieza a acariciar la locura y un Dafoe que se siente cómodo en el caos.
Visiones de una sirena que no sé si representa el hambre sexual que tiene Pattinson, que incluso juguetea con la homosexualidad, u otra cosa... Imágenes de tentáculos... DaFoe desnudo con los ojos iluminados ejerciendo una especie de control divino sobre Pattinson... o los protagonistas empuñando un hacha a lo Jack Torrance en el Overlook... nunca se sabe qué es real y qué no y el espectador (o servidor al menos) se pierde.El final ya es la guinda de un pastelazo que no hay por donde coger. Uno ya no sabe si todo es fruto de la locura de Pattinson o hay llevarlo al terreno fantástico o es la corrida de la paja mental de un director con demasiadas ínfulas.
He leído que el director, Robert Eggers, quiso representar, en los papeles de los dos actores, a Proteo y Prometeo pero, como la mayoría de mortales comunes no tenemos un máster en mitología griega, si no te lo explican, ni te enteras. Así que para la próxima, Sr. Eggers, entregue un manual con las instrucciones para ver sus películas y quizás se le entienda sin tener que recurrir a Google.
El Faro tiene cosas muy buenas. El duelo de actores es para enmarcar. Tiene momentos estelares como la escena en la que Pattinson destapa su sucio pasado rompiendo la cuarta pared y confesándose al espectador. Pero a parte de eso, no le encuentro el punto a este director que por otro lado es el artífice de otra obra sobrevaloradísima, La Bruja.Es algo que ya me pasó con otra película considerada de culto y que a mí juicio es un bodrio hecho para culturetas y gafapastas, Under The Skin, pero ésa es otra historia...
Los efectos de mi fanatismo particular me hacen creer que con las gaviotas, Eggers homenajea a Los Pájaros y con el "momento hacha", a El Resplandor. Y con eso me consuelo.
5/10