Parece que última y sistemáticamente abuse del cine de terror a tenor de las recientes entradas de este blog pero, aunque es sólo pura coincidencia, sí es cierto que este género es el que más sorprendente me está resultando, gracias a esos jóvenes directores que apuestan por romper los cánones a los que nos tienen acostumbrados los ricachones estudios americanos.
En esta ocasión le toca a una película que raya la frontera entre el terror y la ciencia ficción, The Vast of Night. La ópera prima de Andrew Patterson que a pesar de su inexperiencia, tiene apariencia de haber sido dirigida por un veterano del medio.
No es que sea un peliculón como muchos críticos han dicho, pero por la precocidad de su autor, es un tipo al que hay que seguir la pista. Me recuerda un poco al debut de Amenábar con la brillante Tesis, aunque luego ha ido encadenando mediocridades con obras maestras y últimamente está irreconocible.
Entrando en materia, la película está genialmente rodada y planificada con una sobriedad y elegancia que ya quisieran muchos. Patterson maneja la cámara con mucho talento aportando un estilo muy particular. En la mayoría del metraje, usa un ritmo suave con largos planos pero lo acelera cuando es necesario con una transición de rápidos planos cortos.
De inicio, podemos ver secuencias encadenadas de personajes hablando y caminando en mini-planos secuencia que, además, estás filmados muchas veces desde detrás de los actores, acompañándolos, siguiéndolos, como alguien que escucha conversaciones ajenas manteniendo una distancia prudencial para no ser descubierto. Este recurso con casi total ausencia del plano-contraplano, aporta fluidez y dinamismo a las secuencias y, como se irá descubriendo en el desarrollo de la trama, parece simbolizar a esa presencia entre las sombras que vigila y controla.Mención a parte tiene el magistral plano secuencia que arranca desde la centralita donde trabaja la protagonista y atraviesa las calles del pueblo desiertas, pasa por parques y parkings hasta llegar al estadio donde está reunida toda la población presenciando un partido de baloncesto.
Ambientada en una América sesentera, los decorados, personajes e incluso la textura de las imágenes, tienen un estilo vintage que visten el conjunto con una estética que nos teletransporta a la época.
El peso de la actuación lo sostienen exclusivamente los dos actores protagonistas, Sierra McCormick y Jake Horowitz. Él, locutor de una radio local con un punto de soberbia y prepotencia y ella, operadora de una centralita telefónica que profesa una admiración evidente sobre el chico y que siente fascinación por la ciencia como demuestra cuando enumera los inventos que llegarán antes del siglo XXI como las videollamadas o los coches eléctricos.No es una película que destaque por su guion sino por la puesta en escena y la composición visual y sonora, sobre todo sonora, ya que todo el misterio sobre el que gira la trama, es un sonido que se cuela entre las llamadas de una centralita telefónica y que se difunde a través del programa de radio que pilota el prota de la película. El sonido y los amplios diálogos son los principales elementos del film y dejan la parte visual en un segundo plano. De hecho, es tal la oscuridad que impregna las imágenes (haciéndolas a veces ininteligibles) que se podría ver la película con los ojos cerrados y casi no se perdería detalle.
No hay apenas ni una imagen que revele situaciones anormales, sólo sonidos y avistamientos que nunca se manifiestan en pantalla hasta el tramo final, guardando cierta similitud a la divertida Extraterrestre de Nacho Vigalondo. Justo en ese momento, cuando llega la traca final, se transmite una calma y paz ante la belleza del acontecimiento que hace saltar por los aires el clima de misterio y tensión que inundaba la trama.
Noventa minutitos de duración que transcurren en una noche de pesada oscuridad, envolvente y amenazante, y una última media hora que es un subidón de pulsaciones y tensión que aún sabiendo hacia dónde camina el desenlace, sabe mantener la incertidumbre y el misterio hasta los últimos minutos que dura el final.
Patterson ha bañado su primera película con juguetonas referencias a los clásicos, como las imágenes de esa extraña pantalla que recuerda a La Dimensión Desconocida, pero sobre todo, ha querido homenajear aquel experimento radiofónico de Orson Welles que causó el pánico en la población, con la retransmisión de La Guerra de los Mundos, como demuestran las iniciales (WOTW) de la radio donde trabaja el protagonista.
Una película con mucho oficio a pesar de ser el debut de su director, que quizás por eso se nota que se lo ha pasado muy bien rodando. Ésa debe ser la clave.
7/10