domingo, 24 de noviembre de 2024

ARDE CADAQUÉS

Después de la recomendación de una compañera de trabajo, a la que admito que inicialmente no hice ningún caso, apareció ante mí Casa en Flames, lo nuevo de Dani de la Orden, con guion de Eduard Solà, repitiendo binomio tras la romántica Barcelona, Nits d'Estiu, que ya adelantaba lo que estos dos son capaces de hacer combinando comedia y drama.


Rodada en una fresca combinación catalano-castellana, que alguno ha criticado y que mí me resulta perfectamente encajada en la realidad actual del país, lo que nos retrata Casa en Flames, es un capítulo en la vida de una burguesa familia de Barcelona que van a pasar un último fin de semana juntos en su casa de veraneo en Cadaqués, antes de venderla para poder pagar la residencia de la iaia. Una familia que ha ido heredando un ostentoso patrimonio generación tras generación, pero "con cuatro duros en el banco" como bien se encarga el guionista de apuntillar.


A medida que progresa la película, uno se da cuenta de que lo que empieza siendo un retrato costumbrista y colorido se va tornando en un estilo más barroco, en un tenebrismo que desnuda las miserias y embustes de esa familia, en apariencia, exclusiva y adinerada, adentrándonos en un laberinto de secretos, confabulaciones, persecución de intereses personales, que aunque se representan de forma algo excesiva y exagerada, genera una cercanía que llega a avergonzarnos al ver reflejados comportamientos de nuestras propias familias.

Ante todo, la película es la interpretación de sus actores, liderados por una eterna y en plena forma Emma Vilarasau, como Montse, la Madre, en mayúsculas. Respaldada por un Alberto San Juán en estado de gracia en el papel de Carlos, padre y ex-marido, y completado por un elenco coral: Clara Segura, en un rol fundamental para el desarrollo de la trama. Enric Auquer, en el papel del hijo, David. María Rodríguez Soto, como Júlia, la hija sargento y Macarena García, en su repetitivo papel de chica mona. El resto del reparto, aunque tienen apariciones más secundarias, ejecutan sus papeles con notable esfuerzo y convicción. Hay una química entre los actores que crece con la película y nunca rechina. Sólo me rasca la interpretación de Macarena García que me resulta demasiado boba, pero es bastante accesoria y desaparece antes del tercer acto sin que nadie la eche de menos.
Me encanta como van mutando los personajes a lo largo de la película. El hijo, David, que aparenta inicialmente ser un rompecorazones que enamora a las chicas con su sensibilidad acaba siendo un pelele narcisista viviendo en una burbuja de falsos elogios que alimentan su ego y donde juega a ser un artista bohemio y soñador que resulta ser tan patético como mediocre.
La hija, esa mujer recta, firme, tradicional, que gobierna a su familia con mano de hierro, que ningunea a su marido con una actitud pasivo-agresiva, termina convertida en una esposa infiel y una madre que reniega de su familia.
Carlos, el padre, que parece ser un romántico que no quiere deshacerse de la casa donde en el algún momento fueron felices, se descubre como un hombre ruin, ladrón y mentiroso.
La única que muestra oscuras intenciones desde el principio es Montse, que se desenmascara nada más empezar la película cuando abandona el cadáver de su madre en uno de los mejores momentos de la película. Un momento que además, de forma muy inteligente, nos hace cómplices como espectadores de su sórdido secreto.


A las interpretaciones se suma el excelente guion, con unos personajes bien definidos, profundos pero cotidianos, repleto de crudos diálogos y silencios que dicen mucho.
Complementado como un personaje más, un Cadaqués de postal mostrado con una fotografía y un sonido lleno de texturas y relieves que evoca nostalgia y te transporta a esos veranos de chicharras cantando, brisa de mar y sal en los labios, olor a pino, risas y cenas a la fresca.
Todas esas piezas consiguen acercarnos a esa privilegiada familia que aunque resulte lejana en sus lujos, está más cerca de cualquiera en su cotidianidad.

Por buscarle un pero, porque yo soy así, encuentro la explosión final, en sentido figurado (guiño) muy atropellada. La batería de confesiones que se suceden en la traca final y que acaba de hacer saltar todo por los aires, en sentido literal (guiño guiño), está a veces cogida de los pelos y fuerza la maquinaria para hacer de ese crescendo el clímax definitivo.


Por otro lado, la dirección y narrativa que desarrolla Dani de la Orden va siempre a remolque del resto de elementos. Pone la cámara de forma sobria y elegante donde corresponde para intentar dar la máxima amplitud al plano y que el encuadre encaje en el escenario como si de una obra de teatro se tratara y lo aplaudo por ello, pero (y otro pero más) se hace muy evidente por donde van los tiros en varios momentos y subraya detalles innecesariamente:
Los planos detalle de los cigarrillos encendidos que va dejando Montse por la casa...
o cuando ésta le insiste a su hija de los peligros de dejar a las niñas jugando solas junto al espigón...
o el marco con la foto familiar que se rompe en el momento de la gran bronca...
o las miradas de Montse a su hija descubriendo su infidelidad antes que nadie...

Prefiero el Dani de la Orden más sutil que deja a Montse sola después de una breve cena con sushi que seguramente había idealizado y que esperaba que durase hasta altas horas de la noche recordando momentos felices entre risas y gin tonics. Que la abandona después en el barco mientras todos se van a esa "cal·la". Que deja en definitiva y constantemente a Montse sola, fumando, sumida en su fracaso como madre, como esposa, como abuela y como hija. Una Montse que quizás se imagine muriendo sola y abandonada. Como su madre.

La sutileza al ir mostrando como en esa familia se han abandonado los unos a los otros hace tiempo. Que no comparten un rato desde hace meses y que no han pasado un fin de semana juntos desde hace años.
El Dani de la Orden que nos enseña conversaciones vacías entre un padre y una hija que llevan tiempo sin hablar y que empiezan con un "Qué tal?" y acaban con un "Bien", y ya.
Que utiliza el agua como elemento reparador que lo sofoca todo, tal y como nos enseña en el momento en el que Júlia se lanza al mar y apaga el incendio que se iniciaba en ese conato de discusión en el barco. Y lo muestra también en la secuencia del incendio (el de verdad) cuando Montse coge la manguera con intención de apagar el fuego y decide no encenderla dejando que se conviertan en cenizas los recuerdos de una familia que quizás, nunca lo fue.

Es también una película de mujeres poderosas (que no empoderadas). Empezando por la tieta, propietaria original de esa casa de ensueño. Secundada por Montse, la matriarca maquiavélica que conoce las intenciones y secretos de todos sus allegados y los manipula a su conveniencia.
Júlia, que quiere ser la digna sucesora al trono del matriarcado y que compite frontalmente con su madre para demostrarlo.

La psicóloga, gran Clara Segura, que está de vuelta de todo y que provoca la chispa dentro del polvorín con ese juego de Gestalt. Juego por otro lado que se convierte en uno de los ejes de la trama y que sirve de punto de partida en la escalada de violencia afectiva que se va sucediendo durante toda la segunda parte de la película y que encuentra su punto álgido en el final. 

Un final muy representativo, donde Montse fuerza y da vida a su particular juego y ve cómo se quema su lugar elegido y como su familia acude a rescatarla para cerrar la función con un abrazo mientras contemplan como la casa, símbolo indiscutible de una familia, se deshace entre las llamas.

Por contra, los hombres son todos marionetas en manos de esas mujeres. Tanto el ex-marido Carlos, intentando constantemente disfrazar su mentira, como el marido de Júlia que no es capaz ni de abrir la balconera por sí mismo y evidentemente como David, un niñato pusilánime que no puede salir de debajo del ala de su madre.

Aunque seré injusto con el resto del casting, los momentos estelares de la película se los lleva todos Emma Vilarasau, alcanzando la excelencia con el sublime monólogo final. Su actuación es magistral y logra dar vida a un personaje rico en detalles, envuelto en un halo de ternura que no es nada más que la fachada de una mujer con un oculto y perverso propósito capaz de cualquier cosa para llevarlo a fin.

Montse va a hacer lo que sea necesario para juntar a su familia de nuevo. Aunque sea por un momento. Aunque por el camino haya tenido que dejar a su madre muerta en el suelo. Aunque deba quemarlo todo.

Pues que arda.

8/10

domingo, 14 de enero de 2024

LA SUCIEDAD DE LA NIEVE

Después de varias entradas en este blog con una candidez inusual en mí, empiezo este año 2024 con ganas de guerra. Además, hace tiempo que tengo ganas de incorporar a J.A. Bayona a este blog y darle un poquito de cera así que, que mejor ocasión que el estreno de su último largo La Sociedad de la Nieve, para despacharme a gusto.

Ay Juan Antonio... qué te verá la gente para haberte llevado tan lejos siendo tan mediocre... tienes el mérito de darle a la audiencia y a los que manejan la pasta, lo que te piden. Tienes la suerte de tener a la crítica de tu parte y si embargo yo, necio de mí, sólo veo a un director insulso, sin alma, sin personalidad. Un imitador, un copión, que simplemente cumple con el trámite y lo baña todo de un efectismo que gusta a la crítica, cala en el público y enamora a los productores. Es evidente que el que está equivocado soy yo, pero es que ninguno de sus anteriores títulos ni esta Sociedad de la Nieve consiguen conectar con mis emociones. También podría ser que esté corrupto o tarado o las dos cosas a la vez. Que sería lo más probable.

Bayona tiene escuela, la ESCAC para ser exactos, y se nota. Conjuga los elementos del cine perfectamente para ofrecer un producto bien armado, definido y robusto. No se le puede criticar nada de su técnica, de su puesta en escena, de su planificación. Lamentablemente, es un mero hacedor de películas que parece hacer obras por encargo. Que no es poco ni fácil, pero ni de lejos es suficiente para que eleven su figura al Olimpo.

Su carrera se inicia bajo el apadrinamiento de Guillermo del Toro quien produce su ópera prima, El Orfanato, siempre a la sombra de Los Otros de Amenábar. Se sabe que Bayona se fijó muy mucho en la obra de Amenábar para dar forma a su primera puesta de largo. No tiene nada de malo, todos tenemos nuestros referentes e influencias. El problema es que no es capaz de imprimir un sello personal, no hay nada reconocible en sus películas que identifique su estilo, nada. Son "simples" películas de laboratorio. Muy bien hechas, muy bonitas, pero nada más.

Después saltó a Hollywood y se animó, sin miedo a las alturas, a ponerse al mando de una superproducción con Lo Imposible. Ahí se desenmascara el Bayona del "quiero y no puedo". Quiere pero no puede ser como su idolatrado Steven Spielberg, repitiendo y combinando mecanismos emocionales y lazos familiares (la búsqueda y reencuentro familiar entre la tragedia del tsunami) en una suerte de mix entre La Guerra de los Mundos y Salvar al Soldado Ryan. Debió hacerlo bastante bien a tenor de los éxitos cosechados pero, de nuevo, no conecta conmigo, no traspasa la pantalla. Eso sí, las grandes secuencias de acción como las del tsunami las rueda con una genialidad pasmosa.

Más tarde prueba con el drama íntimo en Un Monstruo Viene a Verme que de nuevo me recuerda demasiado al estilo de Amenábar en Mar Adentro y por último se vuelve un fiel clonador Spielbergriano al dirigir Jurassic World.

Ahora que ya queda patente mi opinión sobre el pequeño-gran J.A. Bayona, veamos que nos depara esta Sociedad de la Nieve, pagada por Netflix, y qué la hace tan especial como aparenta para estar en boca de todo el mundo.

Lo primero que hay que destacar de esta película es su calidad cinematográfica. La fuerza visual es incuestionable. La recreación de los 70 con colores saturados y gente fumando hasta en los aviones. La fotografía de Pedro Luque es de una calidad extraterrestre. Rodada en 35mm dando esas texturas que no son capaces de generar todavía las grabaciones digitales. La caracterización de los personajes, la delgadez progresiva de los actores, las localizaciones, los tonos azulados, el rugido del viento y el silencio de la montaña. Se siente el frío, se siente el hambre, se siente la desesperación y se siente la muerte. Una puesta en escena muy potente.

La gran virtud de Bayona en esta revisión de la tragedia de los Andes es intentar no cuestionarse el canibalismo como un acto aislado, si no como una consecuencia de la supervivencia a la que se aferran los protagonistas. Se intenta alejar de la moralina fácil y se centra en contarnos una historia de instintos salvajes, de supervivencia, de superación, de pertenencia a la manada, de resistencia y resiliencia. Es hábil para no mostrar imágenes demasiado explícitas (aunque alguna se le escapa) y no enfatiza demasiado el momento en el que se cruza la línea por primera vez. De hecho muestra el momento desde dentro del avión, a través de una ventana, como lo vemos nosotros a través la pantalla y lo hace desde la perspectiva de Numa, el único integrante de esa sociedad de la nieve que no va a probar bocado hasta el día de su muerte. Es precisamente Numa el que representa la moral, los valores cristianos que no deben corromperse por grande que sea la tentación o la necesidad. Es Numa ese narrador sospechoso que nos va complementando en off los juicios morales que van superando los supervivientes a medida que, como dice el propio personaje, lo impensable se vuelve rutina.

El espíritu de esta Sociedad de la Nieve no es otro que la supervivencia colectiva. La organización y las normas que establecen sus integrantes para resistir ante la adversidad y no perder nunca la esperanza. El consentimiento que se dan los vivos antes de morir para servir de comida al resto. Es sólo un grupo de personas que ya hace tiempo que han superado lo que es inmoral y donde el debate gira únicamente en torno a cómo sobrevivir, porque si algo queda claro en esta película, es que nadie quiere dejarse morir, ni siquiera Numa, aunque sucumba a sus principios, no se abandona nunca. Se castiga y pide perdón a sus compañeros cuando su cuerpo débil y enfermo ya no puede ayudarles pero, aunque se niega a probar bocado, no pretende abandonar la lucha por sobrevivir en ningún momento.

La narrativa ya es más cuestionable. Bayona falla como siempre al intentar transmitir emociones y fuerza y enfatiza los momentos que le conviene para obligarnos a empatizar con los personajes, cuando él decide. El efectismo es evidente y llamativo: Subraya las muertes proyectando los nombres y la edad de cada fallecido en pantalla para hacernos sentir una forzada tristeza y desaliento por los vivos. Entierra los restos humanos de un personaje que días atrás había sido una ración de viaje. Abusa del sufrimiento de lo enfermos en general y de Numa en particular e incluso "mata" al narrador de la historia en un golpe de efecto muy tramposo.

Además le sobran minutos, a mi gusto, bastantes. Tiene fácil un recorte de 30 minutos sin que se pierda nada. Exactamente igual que le pasaba a Viven hace 30 años. Hasta en eso copia.

Es que incluso la música me recuerda demasiado a Amenábar y a sus bases de piano.

No negaré que la película tiene momentos estelares. El accidente está rodado con maestría. El uso de la música, los sonidos de huesos rotos, la tensión y terror de los protagonistas. Una maravilla. Me sobra la exposición que hace uno de los pasajeros al explicar, con gráfico incluido, cómo y por qué se producirá el accidente... le ha faltado hacer un Power Point.

La sociedad de la Nieve es seguramente la mejor película Bayona hasta la fecha. Tiene todo el catálogo de carencias habituales pero mejora como director al rodar de forma más subliminal, menos evidente. Invita al espectador a decidir que haríamos nosotros en esa situación. Qué seríamos capaces de hacer y qué no. Y no me refiero sólo a comerse crudo a un compañero muerto la noche anterior. Me refiero a escalar una montaña a 4.000 metros de altura, a dormir a la intemperie con temperaturas glaciares y vientos gélidos. Me refiero a sobrevivir a un alud y quedar sepultado durante 4 días.

¿Es más fuerte el instinto animal de supervivencia o la rendición?. 

Como decía Viggo Mortensen en La Teniente O'Neil "Jamás vi algún animal silvestre compadecerse de sí mismo. Un pájaro caerá congelado de una rama sin haber sentido pena por sí mismo." refiriendo la idea de que, en situaciones extremas, nuestros instintos primarios y salvajes afloran para derrotar a nuestras limitaciones morales y sociales.

Y aunque puede llegar a ser depravado, sucio e inmoral, estoy bastante de acuerdo.

6/10

viernes, 25 de agosto de 2023

ARE YOU TALKIN’ TO ME?

Volviendo por aquí y recuperando el tema más recurrente en este blog, el género de terror, vamos a bucear en la que hasta la fecha está siendo la película “tapada” de este verano, Háblame.

Sin hacer apenas ruido y gracias al maravilloso boca-oreja, Háblame se erige como la propuesta más interesante y refrescante del verano, dejando atrás los hypes de las grandes esperadas Oppenheimer, Indiana Jones o Misión Imposible.

Sólo cuatro datos para añadir un poco de contexto sobre la película: Ópera prima de los hermanos Danny y Michael Philippou, desconocidos en las artes cinematográficas pero consagrados youtubers. Un elenco de actores sin caché pero con muchísima presencia en pantalla y carisma. Una buena narrativa. Una excelente historia con diferentes capas bien definidas. Una perfecta duración. Todo bien.

Los elogios que ha escrito el gran Peter Jackson sobre la película no son gratuitos: “Es implacablemente aterradora e inquietante, de la mejor manera posible. No solo es buena, es muy, muy buena. La mejor y más intensa película de terror que he disfrutado en años”.

Además, leo que dos de los grandes nuevos genios del terror, Ari Aster y Jordan Peele, también han quedado loquitos con la película… y no es que yo me quiera sumar a esta corriente para ser más molón, es que la película vale sus 94 minutos en oro (aunque alguna pega le tendré que sacar). Con un presupuesto de 4,5 millones de dólares y una recaudación hasta día de hoy superior a los 50 millones, lleva camino de romper récords en los registros de la productora A24.

Y qué nos cuenta Háblame para que haya despertado tan buena acogida? Pues a priori, nada especial. Es la clásica historia de posesiones, fantasmas y sesiones de espiritismo que hemos visto hasta la saciedad... El Exorcista, nuestra querida Verónica, Expediente Warren…  muchas, muchísimas, pero hay varias cosas que hacen de Háblame un título diferente:

Uno: El nuevo enfoque adaptado a las nuevas generaciones. Si el espiritismo casi siempre se ha mostrado en el cine como algo peligroso, oscuro, incluso prohibido, aquí se trata como algo lúdico, una forma de pasar noches con amigos consumiendo alcohol y drogas mientras emiten en stream la posesión del espíritu de turno. Como si de un reto viral se tratara, se turnan para contactar con espíritus, dejar voluntariamente que éstos los posean durante menos 90 segundos y reírse de las consecuencias, aparentemente inofensivas. Es chocante ver cómo reaccionan cuando ven aparecer al espíritu delante de ellos y como el resto de chavales se parten el culo. Transmite perfectamente la sensación de inmortalidad que la juventud emana, la irresponsabilidad y la despreocupación absoluta por las consecuencias. Todo muy punk, transgresor, adolescente en definitiva.

Dos: El trasfondo dramático. El nuevo cine de terror se caracteriza por dibujar tramas con personajes con un pasado enigmático y oscuro, véase Hereditary, The Lodge, Let Me Out y tantas otras, donde el tono siempre mantiene esa atmósfera de que “algo no va bien”… dándonos pistas de las capas subyacentes de los personajes que servirán de encaje en el último acto. Aquí, sin embargo, el tono es desenfadado, todo forma parte de una gran juerga que sólo a mitad del metraje se empieza a torcer dando peso y paso a los pensamientos intrusivos de la protagonista. El vacío que ha provocado el suicidio de su madre, el sentimiento de culpa sobre ella misma y sobre todo hacía su padre al que responsabiliza de la muerte de su madre. Esta última subtrama es quizás la más desdibujada, aunque tampoco es nuclear para el desarrollo. Es sobre la mitad de la película cuando todo empieza a pivotar sobre la protagonista dándole un punto de vista dramático a la historia que se mezcla con lo paranormal de forma excelente.

Tres: La estética. Me viene a la memoria la gran The Faculty de mi adorado Robert Rodriguez donde la estética de los últimos años 90 era protagonista. Si aquélla dibujaba las juventudes de la época y cómo enfrentarse a una invasión alienígena usando droga de diseño como arma, Háblame es su versión revisada y actualizada, esta vez, con fantasmas y mediante una mano muerta que conecta con el limbo. La película tiene una potencia visual impactante. La mano que sirve de cable con el más allá es tan icónica que ha hecho olvidar a las obsoletas tablas de ouija y los pentagramas. Quizás eché en falta más profundidad sobre el origen de la mano y como ha ido viajando de mano en mano (guiño) hasta la actualidad. Puede que los directores se hayan reservado esa línea argumental para la confirmada segunda parte de la película. O puede que realmente no quieran que le demos importancia como espectadores tal y como hacen los protagonistas del film. No es fundamental saber los entresijos de la historia de la mano embalsamada, lo realmente importante es que está ahí, que funciona y que su poseedor será trending topic.

Cuatro: El final. Es poco habitual ver películas que acaban mal. El espectador siempre espera que el desenlace salve al protagonista y devuelva todo a su estado inicial. Hay honrosas excepciones como la eterna La Semilla del Diablo, Hereditary que antes nombraba o Verónica, pero no es lo esperado. Por eso, cuando una película como ésta acaba con la muerte de la protagonista (spoiler gratuito… de nada) después de todo el sufrimiento que ha soportado, todavía queda una sensación más agria en el espectador. Un incómodo desenlace aunque armonice con el desarrollo. No hay convencionalismos en Háblame y mucho menos en su final.

Por lo demás, técnicamente no es un portento, pero deja destellos de mucha calidad y buen gusto. Conversaciones fuera de plano, un montaje muy dinámico y una puesta en escena sobria pero efectiva con pocos escenarios y localizaciones pero muy bien diseñados. Recuerdo la secuencia final con nuestra protagonista corriendo por el pasillo de un hospital persiguiendo a su padre. Magistralmente rodada.

En definitiva, habrá que seguir de cerca a los hermanos Philippou porque si son capaces de hacer una película tan redonda en su primera puesta de largo, miedo me da lo que pueden ser capaces de hacer con un poquito más de experiencia en el medio. De momento nos dejan esta joya de terror adolescente versión Generación Z. Una radiografía del comportamiento y filosofía del colectivo adolescente actual tan irresponsablemente temerario.

O quizás haya sido así siempre y lo único que pasa es que nos hacemos viejos.

7/10

lunes, 1 de mayo de 2023

MÁS AFTERSUN Y MENOS FILTROS

No soy amante ni defensor del cine dramático ni sentimentaloide. En realidad, lo evito siempre que puedo. No es un género que me guste explorar buscando pequeñas joyas o que me entretenga una tarde de domingo así que sólo elijo aquellas películas con buen currículum, ya sea por el cartel de artistas o por una crítica unánime y positiva. Vamos, que voy a tiro hecho.


Siguiendo las recomendaciones de mi cinéfilo psicólogo. me acerco a Aftersun sin tener ni idea de su temática, elenco ni crítica. Me puedo arriesgar de esta manera porque acierta en cada uno de sus consejos y además, como digo, es mi psicólogo y tengo que hacerle caso.

La película empieza con ese sonido tan característico que hacían las antiguas cámaras de video al rebobinar las pequeñas cintas donde se almacenaban horas y horas de aburridas vacaciones y fiestas de cumpleaños, y vemos un video casero donde una hija y un padre tienen una casual conversación y ella pregunta repetidamente "dónde te imaginabas acabar cuando tenías once años?". El video se congela antes de la respuesta para cambiar a una mujer en una especie de discoteca bañada en luces estroboscópicas mirando fijamente a la cámara. Y así arranca y parece que no has visto nada y su directora, Charlotte Wells, te ha contado media película.


Lo que vamos a presenciar durante poco más de hora y media es a una Sophie adulta intentando reconstruir las últimas vacaciones que pasó junto a su padre Calum cuando tenía once años. Uniendo los retales de unos cuantos videos domésticos y recuerdos escondidos en su memoria, ordena las imágenes y las mira desde otro ángulo para tratar de encontrar explicaciones al abandono de su progenitor. Desde la perspectiva de una mujer, madre de una criatura, que vive en pareja, desentraña los hechos que siendo niña le pasaron desapercibidos. Quizás porque ocurrieron fuera de plano o quizás porque su pequeña mente todavía no entendía pero ahora, con la distancia que le da la vida, parece encajar las piezas o al menos, comprender los motivos que hicieron que su padre la abandonara tras aquellas vacaciones y finalmente, perdonarlo.


Esas piezas son precisamente los momentos que sólo como espectador apreciamos y nos ayudan a comprender el fondo de la historia. 

El esfuerzo de un padre, recién divorciado, por hacer pasar a su hija unas vacaciones inolvidables. Un padre del que no se sabe mucho pero del que se adivina todo. Posiblemente sumido en una depresión, abandonado, sabedor que ha perdido a su familia, probablemente porque su mujer decide dejarlo por su mediocridad o su inmadurez o porque tuvieron una hija muy jóvenes y la perspectiva de vida de cada uno ha cambiado. Aderezado todo con problemas con la bebida y cierto flirteo con el suicidio que nunca sabremos si acaba consumándose. Qué más da.

Ese padre refugiado en el Tai Chi para canalizar sus ansiedades o frustraciones, que fuma y baila a escondidas, que se emborracha y queda engullido por el mar cuando su hija prefiere irse con unos chavales que pasar otra noche con él, que cumple años con una sonrisa forzada, que llora desnudo desconsoladamente, que no sabe cómo se ha roto la muñeca ni qué le ha pasado en el cuello, seguramente consecuencia de excesos de alcohol, que compra una alfombra carísima que no puede permitirse para que cuente su historia y rememore los recuerdos de ese viaje.

Un padre roto que sabe que la vida que había construido, de mejor o peor forma, se desmorona y el único ancla que le mantiene en tierra firme es el amor por su hija, por eso, cuando el viaje termina y se acaba el último baile al ritmo de Under Pressure, no queda nada a lo que aferrarse y sólo puede cobijarse en un rincón de la memoria de su hija y hundirse en ese lugar oscuro del que no va a poder escapar.

Ese final, ese plano que circula desde la Sophie de once años inocente y ajena a los problemas de la vida adulta, que pasa a la Sophie madre entendiendo por fin al hombre que era su padre y los demonios con los que lidiaba, que sigue hacia la mirada de un padre movido por el amor a su hija y termina con ese hombre abandonado entre los recuerdos y decidido a hundirse en una forzada y forzosa soledad; ese plano, debe figurar por méritos propios entre los más emocionales y conmovedores de la historia del cine.


La película no destaca de un punto de vista técnico porque lo que prima sobre todas las cosas es el sentimiento que transmiten sus imágenes, las miradas y los gestos, la química entre los dos protagonistas, pero no sería justo no destacar los recursos narrativos y visuales que utiliza la directora Charlotte Wells en ésta su ópera prima. Como juega y entrelaza las imágenes de los videos caseros con planos reales, los reflejos, los encuadres, la iluminación para dejar en penumbra a Calum o los efectos de luces en las secuencias de la discoteca. Se nota una artesanía y cuidado por los detalles que evocan nostalgia por un cine de autor que se ha perdido entre pantallas de CGI y producciones en masa de las grandes plataformas.

En cuanto a los dos actores protagonistas, sus actuaciones son sublimes, Frankie Corio como Sophie transmite esa ingenuidad e inocencia propia de una niña preadolescente que empieza a descubrir la atracción sexual, las clases sociales, las juergas entre amigos... de otro lado, la interpretación de Paul Mescal, está a otro nivel. Digno nominado al Óscar, Mescal imprime a su personaje tal cantidad de capas y matices que puedes llegar al alma de ese padre depresivo a través de sus ojos, de la contención de sus actos. Magistral.


Es una película de mínimas expresiones y máximos significados. Una película tan íntima que a veces uno se siente incómodo por estar presente en las conversaciones cotidianas de un padre y su hija. Los que somos padres, de hijas además, queremos ser Calum, el padre abnegado que sólo procesa atención, comprensión, ternura, protección... amor en definitiva por su pequeña y no el padre que riñe a su hijo porque tiene una pataleta por no querer salir de la piscina... a veces, hace falta que te retuerzan el corazón para recordar de qué va esto de vivir, que te recuerden cuál es el motor que nos debería mover, las cosas por las que vale la pena luchar y resistir y persistir y cómo perderlas te vacían el alma incluso hasta el extremo de no poder soportarlo. Hasta el extremo de querer acabar con todo.

A veces hacen falta películas así. Aunque duelan.

9/10

lunes, 23 de enero de 2023

PUÑALES DE CRISTAL

Por fin la tenemos aquí. Como un regalo de Navidad llega Glass Onion, la tan esperada secuela de Puñales Por La Espalda. Producida por Netflix, repitiendo la fórmula y dándole control total a Rian Johnson que de nuevo dirige y escribe la cinta en el género que mejor domina y más le gusta. Ese thriller con tintes cómicos cercanos al slapstick y bañado en negro para ironizar sobre lo que le da la gana sin ponerse demasiado intensito. Si en la primera Puñales (por abreviar) tocaba la endogamia de la supremacía blanca americana y la xenofobia, aquí despelleja a esos nuevos ídolos del postureo y de la transgresión impostada. Influencers, genios tecnológicos endiosados, startuperos... Johnson sabe aligerar el tono para no tener que adoctrinarnos ni soltar moralinas. Se toma la distancia suficiente y necesaria para que sea el espectador el que haga su lectura si le apetece y eso, yo al menos, lo agradezco.

Antes de empezar, el primer problema que tiene esta película es la inevitable comparativa con su predecesora y lamentablemente en esa pelea, Glass Onion sucumbe estrepitosamente como toda segunda parte que se precie. En conjunto, Glass Onion es una muy buena película y la situaría sin duda en mi Top 20 de este 2022 pero ni alcanza la grandeza de la primera entrega, ni está tan bien resuelta, ni mejora las actuaciones del elenco, ni nada de nada. Así que empezamos aquí el análisis para poder acabar diciendo con rotundidad y sin sonar a tópico que "la primera era mejor".

Arranca la película directamente con la presentación de los personajes recibiendo una caja misteriosa que esconde una invitación del gurú Miles Bron para acudir a su ostentosa mansión y resolver el enigma de su asesinato. Tablero de Cluedo dispuesto y jugadores presentados para dejar claro desde el principio qué vamos a ver. Ojo porque ni es ni quiere ser una continuación de Puñales Por La Espalda, de hecho, casi se podría cambiar el orden de las cintas sin alterar la cronología. Es otra aventura del detective Benoit Blanc desentrañando el misterio del crimen de turno. Nada más y nada menos. 

Empezando por los personajes, esos disruptores, siento que no acaban de empastar, que no son capaces de generar la atmósfera que rodeaba a la familia Thrombey en la primera entrega de la saga. Quizás por la heterogeneidad del grupo o por la poca química que hay en casi todas las relaciones pero el caso es que no cuaja la idea de que esa tribu puedan ser amigos íntimos durante tanto tiempo. 
Además, la primera entrega tenía el componente del parentesco y las miserias típicas de cada familia saliendo a flote poco a poco y salpicando mierda como un ventilador. Este grupo, en cambio, es tan dispar que no convence. Una aspirante a gobernadora, una supermodelo con secretaria, un excesivo tiktoker... todo demasiado raro, demasiado forzado y sobre todo, poco creíble.

El escenario tampoco resulta el más adecuado. Cambiar el gótico y rústico escenario de madera de la mansión Thrombey por una isla con el omnipresente cristal como gran protagonista, no me funciona igual. El decorado de Puñales Por La Espalda tiene el aroma a clásico, a La Soga, a Agatha Christie, al Cluedo que antes nombraba. Esta Onion Glass en cambio abre demasiado el campo y no consigue generar el clima de enclaustramiento tan necesario en este género. 

En lo que destaca la película, como es costumbre en los títulos de Rian Johnson, es en su concepción y narrativa visual. Como juega con los puntos de vista, como va construyendo esa telaraña de diferentes versiones mostrando u ocultando los elementos que considera para jugar con el espectador y hacerlo partícipe del misterio.

Johnson, hábil y tramposamente, deja miguitas de pan, esconde las evidencias (esa alergia a la piña) y muestra falsas pistas para confundir a la audiencia. Como gran pega en este apartado encuentro la torpeza de ser demasiado explícito al mostrar la clave del misterio: el intercambio de los vasos. Quizás para distraer o quizás para ser coherente y justo con el público, el caso es que ese momento lo muestra tal cual, con un plano general donde los espectadores más avispados descubrirán el truco.


Escribiendo el guion en cambio, Johnson no está tan sobresaliente y quizás en esta ocasión peca de omnipotente. Quizás en parte por la presión de Netflix en hacer esta segunda entrega (y una tercera que se viene) con además, una pandemia de por medio. Parece que el guion ha sufrido las consecuencias del confinamiento y se le nota algo frío y sin alma. Quiere sorprender y acaba resultando demasiado ambicioso y a veces, hasta pretencioso. Es una gran secuela y respeta la continuidad de la primera entrega sin referenciarla en ningún momento, pero le falta empaque y robustez para estar al nivel de su predecesora.

Hay inconsistencias de guion, de nuevo, tramposas. Por qué Miles Bron tendría preparadas habitaciones, pulseras, vasos personalizados y vacunas para Andi y Benoit, si no esperaba recibir a ninguno de los dos? Por otro lado, es poco creíble y precipitado que Miles pudiera idear el asesinato de su colega Duke con zumo de piña justo después de que éste recibiera en su móvil la noticia de la muerte de Andi... y que acto seguido se apagaran las luces a las diez en punto... Parece un plan muy elaborado y maquiavélico para ser improvisado por alguien tan cándido y bobo como Miles. Hay momentos que no ocurren delante de Benoite Blanc y sin embargo los usa en su deducción... Duke es alérgico a la piña, hasta el punto de provocarle la muerte, pero no lleva una inyección de epinefrina encima, eso sí, la pistola siempre colgada (guiño guiño). En definitiva, varios pequeños agujeros que restan mucha solidez a la historia.

Pasando a otra de las grandes virtudes de esta película, las interpretaciones del elenco, Edward Norton, como es costumbre, está de diez. Si no fuera un despreciable ser humano sería el actor que toda película querría tener. Convence como un excéntrico genio a lo Elon Musk y se le nota esa capa de palurdo necesaria para darle la consistencia al personaje que exige el guion. Es un monstruo en pantalla y se come a todo el que se enfrenta. Mejora incluso cuando se ve por segunda vez con las cartas desveladas. Los errores que comete al hablar intentando ser pedante, lo irresponsable de sus decisiones empresariales, incluso falla al intentar meter una bola de billar. Las miguitas que va tirando Rian Johnson para enseñar la verdad sin resultar evidente. 

Ese juego se le da de miedo al director. Le gusta el género, disfruta rodando, se recrea como un gamberrete que quiere jugar con la audiencia y conducirla por donde quiere.  Ya lo vimos con su excelente ópera prima, Brick y con esta saga y una dirección mucho más madura, hace un trabajo de dirección brillante. Además traslada esa forma de disfrutar del relato a un Daniel Craig que se lo pasa teta resolviendo crímenes aunque se pasa de frenada y acaba siendo una caricatura de su personaje.

Siguiendo con Daniel Craig, su interpretación es también destacable pero pierde enteros por esa excesiva pompa que le da al personaje que estaba mucho más contenido en la primera película. Aquí se ha desatado y entiendo que quiera alejarse de James Bond pero coño, se ha ido al lado opuesto. 


En cambio, Janelle Monáe en su "doble" papel de heroína en busca de vendetta, no aguanta el tipo y parece demasiado cohibida en alguna escena coral con el resto del reparto. Se hace pequeña y pierde la presencia y aplomo que su personaje necesita. Mejora en momentos más íntimos como cuando está a solas con Craig diseñando el plan pero no, no es Ana de Armas ni de lejos.

En el resto de actuaciones hay de todo pero en general, bastante flojitas. La más destacable es la actuación de Kate Hudson, espectacular en su desempeño del papel de modelo idiota y pija brillando con una luz especial. Dave Bautista se queda a la sombre de Drax y el resto del reparto pasa sin pena ni gloria por escena. Cuenta también con la presencia testimonial de Ethan Hawke que aparece para frivolizar con la vacuna del Covid y desaparece sin más al igual que Hugh Grant como "compañero" de piso de Craig. Cameos muy innecesarios.

Y algo que resulta bastante pegotero es la aparición del fumeta en proceso de rehabilitación. Quiere ser un alivio cómico pero la película ya se acerca muchas veces al gag y no lo necesita. Rompe con la intimidad del grupo y la atmósfera que los envuelve. De nuevo, innecesario.

La planificación y ejecución técnica del rodaje, sin ser mala, tampoco destaca. Mantiene el estilo de la primera, que ya la sitúa a un nivel elevado, pero también se ven secuencias rodadas de forma bastante precipitada, planos mal ejecutados o simplemente fuera de lugar. Sabemos que Johnson no es un portento de la técnica y rueda sencillo, sin destacar, así que cuando le da por hacer algún malabarismo visual se le notan las lagunas.

Además, el Covid está demasiado presente tanto en la propia película como en su confección. Un cast muy cortito, pocas localizaciones y la mayoría aisladas (una isla, la casa de Andi...), presencia absoluta de la pandemia en el guion... se le ha dado un protagonismo al momento que ancla la película a una época en vez de hacerla atemporal como la primera parte. Veremos cómo resiste al paso del tiempo.


Después de un segundo visionado y ya con el misterio resuelto, la película es mucho más gustosa y se disfruta de los detalles, aunque también se le ven más las costuras, y las carencias del guion y puesta en escena se hacen más evidentes.
Lo que me parece imperdonable y es un recurso llamativamente barato es convertir tan descaradamente a Benoit Blanc en Sherlock Holmes y ponerle su sombrero en el plano final de la película. Roza el insulto.

Da la sensación de que la película sea un ñordón épico y nada más lejos. Es una gran película, entretenidísima, con un ritmo brutal y con grandes secuencias como el giro a media película cuando se resuelve el falso asesinato de Miles, y one more time, con esa maravillosa actuación de Norton. La historia no pierde el tiempo, no se enreda, empieza sin titubeos y va cogiendo velocidad sin perder nunca fuelle. Va quitando capas de esa gran cebolla, metiéndote poco a poco en la historia hasta hacerlo saltar todo por los aires y bajar el telón dejando una sensación de satisfacción en el espectador. Contento y complacido con lo que ha visto.

Sí, la primera era mejor, pero ésta es muy buena.

7/10

domingo, 30 de octubre de 2022

BIENVENIDO MISTER EGGERS

Volvió Robert Eggers, uno de los niños bonitos del actual Hollywood con su última película bajo el brazo, The Northman, dispuesto a reventar la taquilla y seguir cosechando elogios, hasta la fecha exagerados y respaldados por ese sector de la crítica que parece que se duchan con champán y mean colonia.

Eggers tiene genio, desde luego, pero se embrolla en sí mismo haciendo cabriolas argumentales que confunden y ensombrecen sus películas. Nunca he entendido el desmedido aplauso que se han llevado sus títulos anteriores, La Bruja y El Faro, porque sí, son buenas películas, sobre todo la primera, y tienen mucho cine dentro, pero se desinflan y acaban siendo soberanamente aburridas. Eggers es un buen y ahora me atrevo a decir, un gran cineasta, pero no es (o era) un buen generador de historias. No es Spielberg, no es Shyamalan, no es Hitchcock. Es un esteta enamorado de sí mismo con mucho estilo propio y una huella visual de belleza inusual. Eso tiene mérito, mucho, pero en la opinión de este necio, no era el cineasta que nos quisieron vender... hasta hoy.

He querido ver The Northman sin prejuicios ni altas expectativas. Tomando distancia con mi escepticismo hacia la obra del autor hartamente untada en vaselina por la crítica y metida por el culo del fandom de este "nuevo" cine elevado. La he visto con el ceño relajado y ojos cándidos. Como el que se sienta a ver una película de Torrente, y desde el primer momento noto como la postura pasiva que tenía en el sofá se vuelve más atenta e interesada a cada minuto que pasa. La escena me va envolviendo como ese viento gélido traza la trayectoria de los cuervos que aparecen en los primeros fotogramas. Esa planificación tan bien dibujada, la excelente fotografía y la ambientación sonora invitan a soñar con una historia de bárbaros vikingos alejada de los clichés y estilos de las faraónicas producciones hollywoodienses.

Cualquier adjetivo que quiera definir la estética y la planificación milimétrica de las escenas se queda corto. Es sublime. El uso constante del plano secuencia, el plano frontal marca de la casa, la ausencia del plano-contraplano en los diálogos resueltos con un solo encuadre sostenido y perfectamente encajado en la escena, los travellings, los planos fijos y estáticos huyendo del odioso recurso tan de moda de rodar cámara en mano, el uso de la profundidad de campo donde en un plano se pueden ver transcurrir múltiples acciones simultáneamente. Es que toda la película es una composición artística realizada con tanta clase y gusto estético que parece que Eggers haya recurrido a la ayuda divina para mostrar tal dominio de la técnica y facturar una película tan bella como entretenida.

Los ejemplos son múltiples pero por nombrar mis favoritos, el asalto vikingo al poblado es tan potente y físico que dan ganas de coger un palo y sumarse a la escabechina; o la secuencia en la que Amleth, derrota a ese guardián fantasmal que custodia su espada; o el enfrentamiento final entre los dos actores protagonistas, con esa perfecta coreografía bélica y ese final tan épico y salvaje. La película está llena de escenas para enmarcar a las que ayuda como un personaje más, los paisajes islandeses donde se ha rodado la mayoría del film y las inclemencias propias del clima nórdico.

El guion no es especialmente brillante. Es una historia de venganza contada infinidad de veces. Braveheart, Kill Bill, Gladiator... todas cuentan lo mismo. The Northman sin embargo se caracteriza por ser una revisión de Hamlet, que a su vez, está basada en la leyenda de Amleth, curiosamente, el nombre del protagonista. Arranca la película con el asesinato del rey Aurvandill, interpretado por Ethan Hawke a manos de su hermano Fjölnir. Su hijo, el principe Amleth, siendo un crío, presencia el crimen y consigue huir antes de que su tío Fjölnir acabe también con su vida. Mientras huye, jura venganza con ese mantra que se repite una y otra vez y que a la postre resulta su misión en su terrenal vida. Amleth crece y se convierte en un enorme Alexander Skarsgård tanto en lo físico como en el desempeño de su papel. Mientras entrena con vikingos y saquea poblados, planea su personal venganza haciéndose pasar por esclavo para introducirse en el poblado donde su tío Fjölnir y su madre biológica han rehecho su vida juntos. A partir de ahí, donde la película llanea un pelín, vemos como Amleth con la ayuda de Anya Taylor-Joy, va desarrollando su plan y eliminando uno a uno a sus objetivos hasta la traca final.

En el fondo, no se trata tanto de qué se cuenta sino de cómo lo hace. La historia trascurre sin excesivas sorpresas, a excepción de ese giro que pone patas arriba toda la película, pero el desarrollo de los hechos, los diálogos y las transiciones entre actos son tan brillantes que Eggers no tiene que recurrir a truquitos ni trampitas de guion para mantener la atención. Hay secuencias con una violencia explícita desmesurada y otras donde la brutalidad es más limpia pero igualmente estremecedora, como el momento en el que Amleth da muerte a su madre y hermanastro y acto seguido aparece su tío Fjölnir para recoger y arrastrar los cadáveres de su familia fuera de la estancia como si fueran fardos. Cruda y animal al más puro estilo vikingo.

Los actores están espectaculares. Todos. Especialmente las dos actrices principales, Anya Taylor-Joy y Nicole Kidman. No puede ser de otra manera cuando, al final, la historia en realidad gira entorno a la reina Gudrún, interpretada por Kidman, y como manipula a Fjölnir para llevar a cabo su objetivo y destruye el sentido tan poético de la venganza de Amleth cuando le confiesa su pérfido plan. El resto del elenco es espectacular por los nombres y por las actuaciones, Skarsgård, Willem Dafoe, Claes Bang, Ethan Hawke... hasta la pequeña aparición de Björk interpretando al oráculo es magnífica.

Algo malo tiene, poco, muy poco, pero a mí me sobran parte de los rituales y el folklore. Demasiados cánticos y ceremonias paganas. Con la mitad se habría entendido igual. Ya sabemos que Eggers tiende a la grandilocuencia narrativa y se gusta creyéndose el más listo de la clase pero hay escenas más dignas de un documental sobre la cultura nórdica que de una ficción. La duración en cambio no me pareció desmesurada a pesar de sus 137 minutazos. Pasa como un suspiro y con la atención prácticamente intacta desde el minuto uno. 

Con todo, se nota la mano que maneja la pasta y como la Universal seguro revisó el material para asegurar que, además de ser una película compleja y personal, llega al gran público y es capaz de recuperar los 90 millones de presupuesto que ha costado. Es más que probable que si el largo hubiera sido producido, como en sus películas anteriores, por A24 y Eggers hubiera tenido libertad absoluta, la película no hubiera funcionado igual de bien y Eggers se habría enredado en rituales folclóricos y liturgia nórdica, seguramente fieles a la historia pero alejándose de la audiencia.

Rodar con la Universal asegura todos los caprichos, medios y cacharritos para jugar pero también comporta una supervisión que se hace notar en la película con diversas explicaciones y aclaraciones durante la trama que ayuda en la comprensión de la mitología, cultura y tradiciones vikingas. Y francamente, aunque alguna queda demasiado subrayada, son de agradecer y no desentonan ni resultan redundantes y sobre todo, no insultan la inteligencia de los espectadores.

En definitiva, que si he rajado incontables veces de Robert Eggers y las constantes mamadas de nabo que le hace la critica, me toca tragarme mis palabras, alabar su trabajo y rendirme ante el genio que ha demostrado con este peliculón, que es cine en estado puro, donde la brutalidad y la belleza se dan la mano y viajan hasta el Valhala para vivir eternamente entre los dioses del celuloide.

8/10

viernes, 20 de mayo de 2022

ANO(THE)R BATMAN

De la mano de Matt Reeves nos llega este reboot del gran (anti)héroe de la editorial DC, Batman. Reeves es uno de esos tipos listos que escribe, dirige y hasta produce sus obras. Amiguete del gran J.J. Abrahams, juntos crearon aquella serie de gran éxito que fue Felicity, o películas como Cloverfield, un found footage gamberrete con alienígenas gigantescos destrozando Nueva York. Reeves también, ha sido capaz de "plagiar" la genial película sueca Déjame Entrar, que imagino debe ser tan correcta como innecesaria, porque como es costumbre, intento evitar los remakes que no aportan nada nuevo y se limitan a americanizar los títulos originales (Michael Haneke, tú estás perdonado).

Lo que está claro es que Reeves sabe de cine y no le asusta recoger y revitalizar los restos de una franquicia agotada como El Planeta de los Simios o atreverse a mirar a la cara a Christopher Nolan y decirle "voy a hacer un Batman mejor que el tuyo". Pues si lo ha pensado... se ha pasado de frenada. No, no es mejor que los largos de Nolan. Evidentemente tampoco es mejor que las películas de Tim Burton y se aleja de éstas en el tono. Si Burton dibujó un Batman oscuro y tenebroso pero con un estilo cercano al cómic y con pinceladas de humor negro, Reeves lo ha hundido en la miseria y lo ha bañado todo con una pátina gris, melancólica y depresiva que a veces genera tal pesadumbre que cuesta tragar.

Este nuevo Batman tiene muchas cosas buenas y alguna mala. Empecemos por las interpretaciones. Me gusta Robert Pattinson, me gusta mucho. Incluso a veces más que Christian Bale (perdóname señor porque no sé lo que digo...). Muchos han criticado su inexpresividad cuando interpreta a Bruce Wayne pero yo creo que le da el carácter que se pretende. Un tipo triste, apagado, que no encuentra su lugar en una ciudad acostumbrada a vivir de las donaciones que su filantrópica familia ha ofrecido durante años. Un tipo que lleva en la mochila el peso de su apellido y que no sabe qué hacer con él como le recuerda en un momento concreto de la película la aspirante a alcaldesa. Este Bruce Wayne sigue de duelo por la pérdida de sus padres, hundido en la solitud de su tan grande como lúgubre mansión, maltrata a su abnegado mayordomo con frase dañinas como ese "no eres mi padre" o como cuando le recuerda que no es un Wayne en la secuencia de los gemelos. Aparenta suciedad, desaliño, incomodidad en definitiva con el personaje que ha de interpretar. Por eso ha decidido esconderse bajo una máscara y dejar de contener a su yo real, tal y como se reconoce en la parte final de la película con la genial conversación que mantiene con Paul Dano. Es un Bruce Wayne que encierra con candado su pasado para huir del dolor que le provoca. Un ser siempre envuelto por una nube de amargura y protegido bajo una coraza para no lucir su evidente fragilidad. Un Bruce Wayne que llora lágrimas negras cuando desenfunda su traje de Batman.

Como Batman, mejora a Bale, insisto. Le aporta un porte más físico, más contundente, oscuro, dramático, sudoroso. Un Batman mimetizado con una ciudad de Gotham tan rancia, sórdida y gris que resulta agobiante. Pattinson es un actor que desde El Faro de Robert "Overrated" Eggers y Tenet, me tiene enamorado y que nos ha dejado un Batman para la posteridad.

El resto del elenco merece su mención porque todos compiten en pantalla por su parcela y las defienden a la perfección pero por no enrollarme demasiado... Zoë Kravitz es una fantástica Catwoman, Paul Dano clava a un Enigma enfermizo y terrorífico sociópata. Jeffrey Wright es un buen comisario Gordon, aunque no mejor que Gary Oldman. John Turturro, Colin Farrell (irreconocible en su interpretación del Pingüino)... hasta la introductoria y testimonial aparición de Barry Keoghan como Joker es mencionable. Un enorme cast dirigido con maestría.

Entrando en la realización y puesta en escena, cabe separar la parte técnica del guion porque es donde la película encuentra sus flaquezas. Técnicamente es magistral. Reeves y su director de fotografía, Greig Fraser, responsable entre otras de la iluminación de la revisión del Dune de Villenueve (con Oscar incluido), han logrado generar una atmósfera asfixiante. Han creado una ciudad donde no sale el sol, donde la basura se amontona por doquier y la lluvia en vez de limpiar el ambiente, parece que lo contamina como si de ácido se tratara. Muchos han comparado la ambientación a la de Seven y realmente se asemeja a aquella ciudad ficticia donde nunca deja de llover hasta el desenlace final. Aquí, en cambio, llueve incesantemente durante toda la película y el agua es siempre protagonista. Personalmente también me recuerda a Los Ángeles de Blade Runner pero sin los carteles de neón, claro. Los juegos de luces (brutal la secuencia de pelea iluminada con ráfagas de metralleta), el magistral uso de la profundidad de campo o el ritmo sostenido y pausado de la narrativa, son los elementos claves de la puesta en escena. La película transcurre a una velocidad sosegada que empasta con el tono lánguido de la atmósfera y le da coherencia al conjunto. Una maravillosa construcción de un nuevo universo para que nuestro querido hombre murciélago campe a sus anchas.

Este Batman en general y Gotham en particular se ambientan en una era analógica, sin gadgets, sin excesos tecnológicos. Batman planea sobre las calles con un sencillo traje de hombre-pájaro, patrulla las calles con vehículos que rugen con motores de explosión mientras queman gasolina contaminante. Pelea con sus puños enfundado en un traje antibalas y unas pesadas botas que hacen temblar el suelo a su paso. Es un Batman siglo XX que automáticamente le da un cariz clásico y realista al decorado que funciona de maravilla.

Dos cosas más complementan la construcción de la atmósfera. La voz en off que nos narra los pensamientos de un Batman atormentado, muy comedidos y colocados estratégicamente a lo largo del metraje, y la música, destacando la presencia de Something in the Way de Nirvana que destila el omnipresente tono depresivo de la película. No había mejor banda ni mejor canción para ser protagonista.

En Pattinson y el elenco en general, en la ambientación y la atmósfera tiene este Batman sus puntos fuertes. Sus puntos débiles, aunque estoy bastante solo en esta idea, son el guion y la duración. El guion porque a pesar de ser sólido, no destaca sobremanera debido a su simplicidad y linealidad. El juego detectivesco que nos presenta Enigma no alcanza el nivel que se espera. Quizás tenía demasiadas expectativas o esperaba una trama más intrincada, al estilo John Doe (siguiendo con la comparación con Seven) o a las versiones de Guy Ritchie de Sherlock Holmes. Un personaje como Enigma merecía una trama más retorcida y no tan unidireccional. Ni siquiera el giro que involucra a la familia Wayne en la entramada corruptela despierta sorpresa. Todo va discurriendo en línea recta sin sobresaltos. Hay varias escenas estiradas y repetitivas (las visitas al orfanato, las incursiones en el club de Falcone..) pero quizás la parte que hace destrempar definitivamente y estropea el conjunto como la sacarina en el café, es el chapucero final. Toda la orquestada sinfonía que compone Enigma durante la película se cae con la aparición de una banda de aficionados anarquistas a quien se les confía el clímax y cierre de tan laborioso plan. Un desastre. Desconecté absolutamente de la película y salí del estado inmersivo en el que estaba sumergido.

Es entonces cuando tomé consciencia de las casi tres horas de duración del film y de como llega a su final con las fuerzas justas y casi sin aliento. La historia pedía a gritos un tercer acto explosivo. Abandonar el ritmo suave y acompasado que llevaba e inyectarse esa droga verde que se mete Batman en la pierna para darle un subidón final. Se queda tan corto y es tan torpe que deja una sensación de desengaño alarmante. Tanto tiempo para construir la historia y tan mal resuelta.

En este Batman destaca la forma sobre el fondo y lo hace de forma magistral. Es una joya cinematográfica que narra una historia facilona de sobornos, corrupción, venganza y poderes en la sombra y que se desmorona con un final atropellado, efectista e incluso melodramático con la separación forzosa de Batman y Catwoman.

Tendremos secuela seguro. La reconstrucción de este nuevo Batman y la creación de esta nueva Gotham se merecen un nuevo Joker. Y por el camino seguiremos debatiendo si queremos más a papá Nolan o a mamá Burton porque a Reeves de momento, sólo le alcanza para ser el hijo pródigo. 

Que no es poco.

7/10