En cine pasa algo parecido. Cuando verdaderamente se disfruta del espectáculo es cuando el espectador se predispone a relajar la mirada crítica y concentrar los cinco sentidos en las imágenes, la historia, la música y los personajes. Cuando se deja seducir y se sumerge en el relato sin buscar el trampantojo. Con esa idea entré al cine y con ese espíritu de divertimento me senté a ver Spiderman No Way Home.
Entré en la sala con 44 años y salí con 24. Emocionado como el chaval que alucinó viendo al trepamuros de Sam Raimi encarnado en un Tobey Maguire que nos parecía tan tierno y frágil como amenazante cuando fruncía el ceño y nos clavaba sus ojos azules. Era otra época, éramos otras personas y veíamos cine sin tantos prejuicios. Aquel Spiderman original post atentados del 11-S (y con escenas suprimidas como consecuencia de aquel suceso) era espectacular. Aquel Duende Verde interpretado por el siempre excelente Willem Dafoe, un James Franco y una Kirsten Dunst incipientes. Todo era maravilloso para los frikis de la época que habíamos crecido pasando largas tardes entre cómics de Spiderman y X-Men.
Después llegaría Andrew Garfield y el reboot de la saga que lamentablemente no cosechó los resultados esperados a pesar de ser buenas películas, mucho más fieles al cómic que el resto, pero ensombrecidas por una interpretación poco convincente para la crítica. A Andrew le quedó grande el traje del arácnido aunque personalmente pienso que defendió muy correctamente el papel de un personaje al que quisieron dotar de una mayor complejidad emocional.
Y tras varias idas y venidas, Marvel decide revitalizar al personaje, apoyado en el flamante éxito de Avengers y darle una nueva oportunidad al arácnido. En esta ocasión, se elige a Tom Holland que, a pesar de haber sido un buen Spiderman, estoy convencido de que los de mi generación no han simpatizado con esta nueva versión. Excesivamente juvenil, con infinidad de gadgets tecnológicos, con una MJ alternativa e inmerso en una trama continuista del universo Avengers. Muy lejos de lo que un fan del Spiderman más clásico puede esperar.
Las de Holland no fueron malas películas, pero no levantaron la franquicia al nivel que merecía y se adivinaba un agotamiento que quizás acabaría por desterrar definitivamente al hombre araña del UCM.
Hasta que llegó el anuncio de su nueva película, las primeras reseñas de un multiverso, las primeras imágenes de los clásicos villanos de las anteriores películas y los rumores de fusión de los tres universos "spidermanianos" juntando en escena a los tres actores que vistieron el traje azul y rojo. La expectación ha ido creciendo durante el año y todos agradecemos que no hubieran filtraciones ni que el bocachancla de Tom Holland hablara más de la cuenta.
Tratando ya la película en sí, lo resumiré muy fácil. Es una puta obra maestra. Vale, sí, quizás es excesivo pero no soy capaz de recordar una saga donde hayan fusionado películas de diferentes épocas con la coherencia y romanticismo que hay en este film. Las sensaciones cuando, como fan, experimentas ese momento, trascienden la pantalla. Se rompe la barrera de la ficción, se derriba la pared que separa la realidad y la fantasía y surge la magia. Nos hace participes de una experiencia única que cala en nuestra memoria removiendo recuerdos y sentimientos que hoy, dos días después de haber visto la película, me siguen dibujando una sonrisa en la cara.
Analizando el film desde un punto de vista más crítico, y salvando la épica de los momentos nostálgicos de ver a todos los villanos y a todos los spiderman juntos y revueltos, la película no destaca en casi nada. Técnicamente su director, John Watts, que ya rodó los otros dos títulos de la saga de Tom Holland, no es un portento. Es un director correcto, pero demasiado plano, sin personalidad, de los que hay a patadas. Su mérito es precisamente ése, no destacar y dejar el protagonismo a quien realmente lo merece. También es meritorio que no le tiemble el pulso al tener que manejar 200 millones de dólares de presupuesto y a un elenco de actores descomunal, sabiendo que tiene entre manos una película histórica y no cagarla, así que sólo por eso, se le debe reconocer su labor como un buen director de reparto.
El guion sigue los cánones clásicos de las pelis de nuestra querido hombre araña: Villano que amenaza a la población, Spidey tratando de vencerlo, muerte de un personaje icónico, dudas existenciales del prota y ensalada de hostias como traca final. Tampoco se le pide más. Es lo que debe ser una película de superhéroes y lo que el consumidor compra. Nadie va a ver Misión Imposible esperando encontrar a Tom Cruise interpretando un atormentado soliloquio sobre su vida como espía.
En definitiva, el guion es ajustado a las pretensiones, con infinidad de guiños a las películas anteriores y destacando, de nuevo, los grandes momentos reservados a la aparición de los villanos y los tres spiderman.
Personalmente eché en falta un poco más del humor típico de la saga y más protagonismo del Doctor Connors y el Hombre de Arena pero en general, cumple y nos regala momentos estelares muy concentrados en las conversaciones entre Garfield, Maguire y Holland como cuando hablan de los dolores de espalda típicos de la edad o de cómo Maguire genera "fluidos" desde sus muñecas.
Lo realmente destacable de la película son las interpretaciones. Enormes Willem Dafoe y Alfred Molina como siempre. Gigante Andrew Garfield asumiendo un papel de perdedor en la comparación entre las tres sagas. Cabe destacar el genial momento cuando confiesa que no está a la altura de sus dos vecinos y amigos y como Maguire le consuela con ese gran "Eres Asombroso" en claro guiño al Amazing Spiderman que protagonizó y que la crítica se encargó de masacrar.
También es destacable su particular redención como Spiderman y como actor cuando salva, esta vez sí, a MJ de caer al vacío y enmienda su error pasado al no haber podido salvar a Gwen en una situación idéntica.
Maguire por su lado borda su papel de Spiderman cuarentón, que habla y aconseja desde la experiencia y que mantiene ese halo tierno y misterioso. Es y será el mejor Spiderman hasta la fecha y aunque Garfield mantiene el tipo, sale siempre victorioso cuando se juntan los tres en pantalla.
Holland por su lado también ha dado un paso adelante y se le ve mucho más curtido en batallas, más maduro y con más tablas interpretando a un Spiderman que debe lidiar y luchar con el dolor por la muerte de un ser querido, la compasión por sus enemigos, la ira que despierta tras la muerte de May, el amor por MJ, la amistad y la resignación por tener que alejarse de sus amigos cuando éstos olvidan quien es. Tom Holland se nos ha hecho mayor y por fin ha conseguido dibujar un Spiderman convincente.
Las películas de Tom Holland frivolizan con el personaje y nos enseñan un Spiderman impulsivo, infantil, inconsciente... adolescente en definitiva. Y no. Peter Parker no pudo ser nunca el típico adolescente porque su dualidad y sus circunstancias le obligaban a tomar decisiones adultas y medir muy bien las consecuencias de sus actos. Es recalcable que, hasta esta tercera entrega, no hayamos visto a Spidey solo y desolado en lo alto de cualquier edificio buscando las respuestas a sus dudas. Un escenario icónico y necesario para el héroe, como nos recuerdan las versiones de Maguire y Garfield rememorando sus edificios favoritos para estos fines.
Perter Parker es pobre, un estudiante brillante, no tiene amigos, es un bicho raro, que debe trabajar para pagar su triste apartamento y consentirse escasos lujos como comprarle un anillo a su amada Mary Jane (que no MJ). Así debe ser y afortunadamente para nosotros, los fans, así parece que será viendo como Tom Holland abandona su Iron-Traje, se enfunda su nuevo y zurcido mono de tela y se muda a un lúgubre y diminuto apartamento con esos ventanales por donde deberá entrar y salir como puertas giratorias del día y la noche que lo transforman en su alter-ego. A por ellos, tigre.
Welcome back Spidey, te echábamos de menos.
9/10
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