jueves, 30 de diciembre de 2021

WELCOME BACK HOME, SPIDEY

La magia funciona cuando el espectador se sugestiona para sentir que lo que ve es realmente algo extraordinario, sin trucos ni trampas. Si lo que se pretende es descubrir el embuste, se rompe la mística y lo peor, uno se siente engañado.


En cine pasa algo parecido. Cuando verdaderamente se disfruta del espectáculo es cuando el espectador se predispone a relajar la mirada crítica y concentrar los cinco sentidos en las imágenes, la historia, la música y los personajes. Cuando se deja seducir y se sumerge en el relato sin buscar el trampantojo. Con esa idea entré al cine y con ese espíritu de divertimento me senté a ver Spiderman No Way Home.

Entré en la sala con 44 años y salí con 24. Emocionado como el chaval que alucinó viendo al trepamuros de Sam Raimi encarnado en un Tobey Maguire que nos parecía tan tierno y frágil como amenazante cuando fruncía el ceño y nos clavaba sus ojos azules. Era otra época, éramos otras personas y veíamos cine sin tantos prejuicios. Aquel Spiderman original post atentados del 11-S (y con escenas suprimidas como consecuencia de aquel suceso) era espectacular. Aquel Duende Verde interpretado por el siempre excelente Willem Dafoe, un James Franco y una Kirsten Dunst incipientes. Todo era maravilloso para los frikis de la época que habíamos crecido pasando largas tardes entre cómics de Spiderman y X-Men. 

Después llegaría Andrew Garfield y el reboot de la saga que lamentablemente no cosechó los resultados esperados a pesar de ser buenas películas, mucho más fieles al cómic que el resto, pero ensombrecidas por una interpretación poco convincente para la crítica. A Andrew le quedó grande el traje del arácnido aunque personalmente pienso que defendió muy correctamente el papel de un personaje al que quisieron dotar de una mayor complejidad emocional.

Y tras varias idas y venidas, Marvel decide revitalizar al personaje, apoyado en el flamante éxito de Avengers y darle una nueva oportunidad al arácnido. En esta ocasión, se elige a Tom Holland que, a pesar de haber sido un buen Spiderman, estoy convencido de que los de mi generación no han simpatizado con esta nueva versión. Excesivamente juvenil, con infinidad de gadgets tecnológicos, con una MJ alternativa e inmerso en una trama continuista del universo Avengers. Muy lejos de lo que un fan del Spiderman más clásico puede esperar.
Las de Holland no fueron malas películas, pero no levantaron la franquicia al nivel que merecía y se adivinaba un agotamiento que quizás acabaría por desterrar definitivamente al hombre araña del UCM. 
Hasta que llegó el anuncio de su nueva película, las primeras reseñas de un multiverso, las primeras imágenes de los clásicos villanos de las anteriores películas y los rumores de fusión de los tres universos "spidermanianos" juntando en escena a los tres actores que vistieron el traje azul y rojo. La expectación ha ido creciendo durante el año y todos agradecemos que no hubieran filtraciones ni que el bocachancla de Tom Holland hablara más de la cuenta.


Tratando ya la película en sí, lo resumiré muy fácil. Es una puta obra maestra. Vale, sí, quizás es excesivo pero no soy capaz de recordar una saga donde hayan fusionado películas de diferentes épocas con la coherencia y romanticismo que hay en este film. Las sensaciones cuando, como fan, experimentas ese momento, trascienden la pantalla. Se rompe la barrera de la ficción, se derriba la pared que separa la realidad y la fantasía y surge la magia. Nos hace participes de una experiencia única que cala en nuestra memoria removiendo recuerdos y sentimientos que hoy, dos días después de haber visto la película, me siguen dibujando una sonrisa en la cara.
Analizando el film desde un punto de vista más crítico, y salvando la épica de los momentos nostálgicos de ver a todos los villanos y a todos los spiderman juntos y revueltos, la película no destaca en casi nada. Técnicamente su director, John Watts, que ya rodó los otros dos títulos de la saga de Tom Holland, no es un portento. Es un director correcto, pero demasiado plano, sin personalidad, de los que hay a patadas. Su mérito es precisamente ése, no destacar y dejar el protagonismo a quien realmente lo merece. También es meritorio que no le tiemble el pulso al tener que manejar 200 millones de dólares de presupuesto y a un elenco de actores descomunal, sabiendo que tiene entre manos una película histórica y no cagarla, así que sólo por eso, se le debe reconocer su labor como un buen director de reparto.

El guion sigue los cánones clásicos de las pelis de nuestra querido hombre araña: Villano que amenaza a la población, Spidey tratando de vencerlo, muerte de un personaje icónico, dudas existenciales del prota y ensalada de hostias como traca final. Tampoco se le pide más. Es lo que debe ser una película de superhéroes y lo que el consumidor compra. Nadie va a ver Misión Imposible esperando encontrar a Tom Cruise interpretando un atormentado soliloquio sobre su vida como espía. 

En definitiva, el guion es ajustado a las pretensiones, con infinidad de guiños a las películas anteriores y destacando, de nuevo, los grandes momentos reservados a la aparición de los villanos y los tres spiderman.

Personalmente eché en falta un poco más del humor típico de la saga y más protagonismo del Doctor Connors y el Hombre de Arena pero en general, cumple y nos regala momentos estelares muy concentrados en las conversaciones entre Garfield, Maguire y Holland como cuando hablan de los dolores de espalda típicos de la edad o de cómo Maguire genera "fluidos" desde sus muñecas.

Lo realmente destacable de la película son las interpretaciones. Enormes Willem Dafoe y Alfred Molina como siempre. Gigante Andrew Garfield asumiendo un papel de perdedor en la comparación entre las tres sagas. Cabe destacar el genial momento cuando confiesa que no está a la altura de sus dos vecinos y amigos y como Maguire le consuela con ese gran "Eres Asombroso" en claro guiño al Amazing Spiderman que protagonizó y que la crítica se encargó de masacrar.
También es destacable su particular redención como Spiderman y como actor cuando salva, esta vez sí, a MJ de caer al vacío y enmienda su error pasado al no haber podido salvar a Gwen en una situación idéntica.

Maguire por su lado borda su papel de Spiderman cuarentón, que habla y aconseja desde la experiencia y que mantiene ese halo tierno y misterioso. Es y será el mejor Spiderman hasta la fecha y aunque Garfield mantiene el tipo, sale siempre victorioso cuando se juntan los tres en pantalla.

Holland por su lado también ha dado un paso adelante y se le ve mucho más curtido en batallas, más maduro y con más tablas interpretando a un Spiderman que debe lidiar y luchar con el dolor por la muerte de un ser querido, la compasión por sus enemigos, la ira que despierta tras la muerte de May, el amor por MJ, la amistad y la resignación por tener que alejarse de sus amigos cuando éstos olvidan quien es. Tom Holland se nos ha hecho mayor y por fin ha conseguido dibujar un Spiderman convincente.

Parece sencillo, pero los que hemos crecido leyendo las aventuras del Hombre Araña sabemos que su vida no es fácil y que su mundo interior es un constante debate entre cómo utilizar sus dones contra el mal, proteger a sus seres queridos y mantener una vida pública que le transfiera esa cotidianeidad necesaria para disfrazar su identidad secreta. 
Las películas de Tom Holland frivolizan con el personaje y nos enseñan un Spiderman impulsivo, infantil, inconsciente... adolescente en definitiva. Y no. Peter Parker no pudo ser nunca el típico adolescente porque su dualidad y sus circunstancias le obligaban a tomar decisiones adultas y medir muy bien las consecuencias de sus actos. Es recalcable que, hasta esta tercera entrega, no hayamos visto a Spidey solo y desolado en lo alto de cualquier edificio buscando las respuestas a sus dudas. Un escenario icónico y necesario para el héroe, como nos recuerdan las versiones de Maguire y Garfield rememorando sus edificios favoritos para estos fines.

Perter Parker es pobre, un estudiante brillante, no tiene amigos, es un bicho raro, que debe trabajar para pagar su triste apartamento y consentirse escasos lujos como comprarle un anillo a su amada Mary Jane (que no MJ). Así debe ser y afortunadamente para nosotros, los fans, así parece que será viendo como Tom Holland abandona su Iron-Traje, se enfunda su nuevo y zurcido mono de tela y se muda a un lúgubre y diminuto apartamento con esos ventanales por donde deberá entrar y salir como puertas giratorias del día y la noche que lo transforman en su alter-ego. A por ellos, tigre.

Welcome back Spidey, te echábamos de menos.

9/10

miércoles, 8 de diciembre de 2021

ARI'S LODGE

Basta. Me rindo. Quitémonos las caretas. Soy un ser oscuro y depravado y disfruto con estas películas como un bebé chupando de una teta.


Turno para comentar la última creación de Severin Fiala y Veronika Franz, dos directores y guionistas austríacos que sorprendieron al mundo en 2014 con su Good Night Mommy y que ahora nos traen su nueva película, The Lodge. Este título nos narra la historia de unos niños encerrados en una cabaña, aislada, en medio de ninguna parte y rodeada de nieve, junto a su madrastra, una mujer víctima y superviviente de una secta religiosa, liderada por su padre, que terminó con el suicidio de todos sus pecadores miembros. 

El rechazo de esos niños hacia la sustituta de su madre, quien se suicida en el primer acto de la película, más el trauma infantil que persigue a la madrastra y junto a un padre algo inconsciente, que enciende la mecha del conflicto, suman los ingredientes de un cóctel molotov que va provocando una creciente tensión durante la mayor parte del metraje y acaba explotando cuando se lanza en el capítulo final.

The Lodge, al igual que Good Night Mommy, juega con la ambigüedad, con el "nada es lo que parece", con la psicosis de los protagonistas y la crueldad de unos niños que rompe el estereotipo de la inocencia infantil. Si bien, en The Lodge, la realidad es mucho más sórdida que en su predecesora puesto que los chavales son los malvados artífices de los acontecimientos y los gemelos de Good Night Mommy son victimas accidentales e involuntarias. Lo que sí se repite en ambos casos es que la madre (o madrastra) es el epicentro del caos y el foco de los castigos que infringen los menores.  

El gélido escenario es ideal para ambientar una película sobre la crueldad, el rechazo, los traumas infantiles y la batalla contra demonios interiores. El problema? que la sombra de los nuevos enfant terribles del terror, Aster, Eggers, Peele y compañía, es alargada y cuando el mundo se rinde al arte de estos nuevos genios del celuloide, los imitadores se amontonan esperando una oportunidad de demostrar que, si no son mejores, sí son capaces de copiar su estilo.

Y ya que entramos en comparaciones... las imágenes perturbadoras que se muestran con crudeza, como el suicidio de la madre. El drama familiar como punto de partida argumental o el pasado traumático que renace y atormenta el presente. La casa de muñecas donde se representan los pasajes que tendrán lugar durante la película. La música, discordante, compuesta para generar agobio y malestar y ser protagonista en momentos claves. Los planos sostenidos en exceso que provocan esos sentimientos incómodos. El ritmo pretendidamente pausado. Demasiado Hereditary. Demasiado Midsommar. Demasiado Ari Aster en definitiva.

También recuerda en exceso a El Resplandor, por los escenarios nevados, el aislamiento, el descenso a la locura de el/la protagonista y el papel fundamental que juegan los niños en el desarrollo de la trama. Hasta la secuencia en coche hacia la cabaña recuerda a la vista en Midsommar cuando el grupo de amigos se acerca a esa comuna hippie o al viaje de la familia Torrance hacia el Overlook.

Ése es el mayor problema con el que debe lidiar The Lodge. La sensación que queda en la cabeza y retina, una vez terminada la función de que todo lo visto evoca a otras cintas anteriores que por supuesto, son mejores. Y una vez se entra en esa espiral de comparaciones, es imposible salir y se deja de disfrutar de la película fijando la vista en encontrar todos los puntos en común posibles. Servidor incluso ve que el actor que hace de padre, se parece demasiado a Bradley Cooper...

El problema de copiar una buena obra es que, ya que es difícil mejorar el original, al menos hay que estar a un nivel parecido e imprimir un toque de personalidad y mostrar marcadas divergencias respecto al original para generar sorpresa y expectativa. De lo contrario. el interés se desinfla a medida que corren los minutos y se entra en ese juego perverso de buscar constantes similitudes.


La sensación de que los dos directores intentan emular los mecanismos del cine de Aster y compañía para cumplir su cometido y buscar un hueco entre esta nueva generación subversiva que ha rediseñado el género de terror, está demasiado presente. Y eso le resta enteros a una película que es muy correcta pero que nunca logra tomar la distancia necesaria respecto a sus influencias.

Todos quieren ser como Ari. Y no me extraña.

5/10

domingo, 5 de diciembre de 2021

THE KILLING OF A FUNNY GAME

Por qué soy así? Por qué veo películas que hacen apretar los dientes y querer apartar la mirada? Supongo que las lesiones cerebrales que provocaron en mi tierna infancia películas como El Resplandor, El Exorcista o Posesión Infernal, supuran de vez en cuando y reclaman volver a revivir esos momentos en mi memoria como una forma de retrotraer recuerdos y evocar nostalgia. O simplemente es que estoy tarado.

Esta vez, haciendo caso al algoritmo de Amazon Video, me decanto por The Killing of a Sacred Deer de otro de esos directores alternativos que han encontrado su sitio en la frontera entre el cine más indie de Sundance o Sitges y el mercantilismo de las majors.

Ésta, es otra producción de esa creadora de obras alternativas que es A24. Productora que ha apadrinado a tipos como Ari Aster, Robert Eggers o al que hoy nos ocupa y creador del título a comentar, Yorgos Lanthimos.

Había oído hablar mucho de este realizador. Constante triunfador en Cannes con cada título que lleva e incluso nominado al Óscar a la Mejor Dirección (entre otros) por su última película, La Favorita, pero por una cosa o por otra, siempre posponía sus títulos. Hasta hoy.

No sé si ésta es la mejor manera de iniciarse en el cine de Lanthimos. Quizás, La Langosta, que casi todo el mundo admira o la mencionada La Favorita, serían mejores opciones pero le ha tocado a The Killing of a Sacred Deer, que no tiene tanta unanimidad en su opinión pero como ejemplo del manual de estilo de Lanthimos, parece una buena elección.

Me inmerjo en la experiencia sin prácticamente saber nada de la película y el inicio ya promete. Diez segundos de música con pantalla negra y de repente un plano de un corazón latiendo. Un primer plano sostenido el tiempo suficiente para que el espectador desee que acabe. Empiezo a retorcerme en el sillón y a pensar en qué les dan de comer a estos perturbados directores.

Se presentan los actores, Colin Farrell en la piel de un cardiólogo, que si al principio parece que rasca un poco, acaba convenciendo con su actuación combinando registros dramáticos con otros en los que explota esa vis más irascible a la que nos tiene acostumbrados.

Aparece también una Nicole Kidman en un papel de matriarca, madre de dos niños, estricta y exigente, prestigiosa oftalmóloga y controladora y correcta en exceso. Un rol que desempeña a la perfección como ya repitió en Los Otros de Amenábar

En resumen, lo que vemos es una típica y tópica familia americana de alto nivel social, aburguesada y con tendencia al postureo. Aunque Lanthimos, se esfuerza en mostrarnos de una forma muy sutil, que las filias y la sordidez que envuelven a la familia son tan frecuentes como invisibles. Claro ejemplo son los juegos sexuales del dúo protagonista. Esa semi-necrofilia entre Farrell y Kidman en sus juegos de cama que pasa de puntillas en la película, me trae a la memoria las oscuras intenciones que perseguía James Stewart con Kim Novak en Vértigo.

Desde el inicio, entra en escena un chaval enigmático, llamado Martin e interpretado por un gran Barry Keoghan, con el que Colin Farrell mantiene una extraña relación que juega con la incertidumbre del espectador. Será un hijo bastardo? Será una relación pederasta? Cualquier cosa es posible ya que además, cada vez que Farrell y Keoghan están en escena, el director se encarga de tensionar el ambiente y generar suspense con una música estridente que desconcierta y parece no encajar con unos planos fijos y unos diálogos muchas veces insulsos y superficiales. Es una clara señal de que algo mucho más turbio subyace en esa relación.

La realidad no es otra que la negligencia médica que perpetró el cirujano Doctor Farrell al operar, borracho, al padre del muchacho y matarlo en el quirófano. Un homicidio involuntario en toda regla. El chaval lo descubre y entabla esa relación con Farrell con no sé sabe muy bien qué motivos. Farrell, por su parte, encuentra en esa paternofilia una forma de expiar sus pecados e intentar redimir su culpa así que poco a poco, integra a Martin en su familia con la idea de intentar ofrecerle una salida a su aparente desgraciada vida.

Y entonces todo se empieza a resquebrajar. El hijo menor de la familia despierta un mal día sin la movilidad de las piernas y tiene que ser ingresado. Mientras, la hija se enamora perdidamente de Martin que le representa la desobediencia y rebeldía a todas esas reglas impuestas por una madre imperativa. Acto seguido, Martin de desenmascara como artífice de un malvado plan, con una oscura intención más propia de un maquiavélico psicópata que de un chaval.

La fiesta sigue cuando Colin Farrell, sabedor del vengativo plan que ha urdido Martin, lo secuestra, maniata en el sótano y tortura tratando de obligarle a terminar con la locura que envuelve a su familia. Reconozco que esta parte, que tiene momentos tremendos como el auto-mordisco de Martin o ese Síndrome de Estocolmo a la inversa, con los niños arrastrándose por el suelo y suplicando, a los pies del psicópata secuestrado cuando los realmente secuestrados son ellos; reconozco digo, que me resultó demasiado artificial. Creer que un chaval de dieciséis años es capaz de diseñar un plan de venganza más enrevesado que el de John Doe es creer demasiado. Y por otro lado, ya se había visto una situación idéntica en la excelente Prisioneros de Denis Villeneuve con unos resultados mucho más verosímiles.

Aún así, la venganza debe consumarse, como ocurría en Seven, y resolver la angustia que ya hace rato se ha apoderado de la película. Así que Lanthimos fuerza la situación para conducirnos hacia el magistral desenlace con ese padre jugando a una especie de ruleta rusa donde la salvación no son los disparos sin bala sino los disparos que no aciertan.

Una de los puntos más sorprendentes del film es que Lanthimos consigue que nunca lleguemos a empatizar con ningún personaje. Todos tienen un lado oscuro o comportamientos cuestionables que nos obligan a rechazarlos por pura moralidad cristiana. El único que quizás se salva es el niño. El pobre es el punching ball de esa familia... es el primero en manifestar los síntomas de la extraña enfermedad y encima sus padres dudan de él y piensan que finge. Incluso su hermana mayor llega a pedirle su reproductor de MP3 una vez hubiera muerto. Vamos, que tenía todos los números para ser el pobre ciervo sacrificado. 

Desgraciadamente la película sale perjudicada por la inevitable comparación que inmediatamente se hace con Funny Games. Demasiadas veces es más que parecida y roza el plagio. La diferencia fundamental es que en esta película, sí existe un motivo como generador de la violencia, pero poco más.

Otro de sus problemas es que el guion no es lo sólido que se espera en películas de este estilo y resulta muy poco creíble que un niño sea capaz de maquinar esa vendetta o que un cirujano puede cometer una imprudencia de ese tipo sin consecuencias o que exista una rara, desconocida e indetectable enfermedad que sólo Martin parece conocer... Como pilares de la historia, se tambalean demasiado.

Sin embargo, la película está magistralmente rodada, con un uso de la música maravilloso y secuencias para el recuerdo como la del padre llorando y hecho un ovillo pensando a qué miembro de su familia sacrificará. O el momento en el que acude al colegio y pregunta cuál de sus dos hijos es más brillante, buscando excusas que le ayuden a tomar tan sádica decisión.

Lo que es evidente es que Yorgos Lanthimos tiene una gran personalidad como cineasta y profesa un estilo muy en boga gracias, en parte, a las explosiones mediáticas de talentos como Ari Aster. Lamento no haberlo descubierto antes. No siempre es bueno "dejar las patatas para el final".

7/10

domingo, 17 de octubre de 2021

CON UNA PELÍCULA, "VASTA"

Parece que última y sistemáticamente abuse del cine de terror a tenor de las recientes entradas de este blog pero, aunque es sólo pura coincidencia, sí es cierto que este género es el que más sorprendente me está resultando, gracias a esos jóvenes directores que apuestan por romper los cánones a los que nos tienen acostumbrados los ricachones estudios americanos.

En esta ocasión le toca a una película que raya la frontera entre el terror y la ciencia ficción, The Vast of Night. La ópera prima de Andrew Patterson que a pesar de su inexperiencia, tiene apariencia de haber sido dirigida por un veterano del medio. 

No es que sea un peliculón como muchos críticos han dicho, pero por la precocidad de su autor, es un tipo al que hay que seguir la pista. Me recuerda un poco al debut de Amenábar con la brillante Tesis, aunque luego ha ido encadenando mediocridades con obras maestras y últimamente está irreconocible.

Entrando en materia, la película está genialmente rodada y planificada con una sobriedad y elegancia que ya quisieran muchos. Patterson maneja la cámara con mucho talento aportando un estilo muy particular. En la mayoría del metraje, usa un ritmo suave con largos planos pero lo acelera cuando es necesario con una transición de rápidos planos cortos.

De inicio, podemos ver secuencias encadenadas de personajes hablando y caminando en mini-planos secuencia que, además, estás filmados muchas veces desde detrás de los actores, acompañándolos, siguiéndolos, como alguien que escucha conversaciones ajenas manteniendo una distancia prudencial para no ser descubierto. Este recurso con casi total ausencia del plano-contraplano, aporta fluidez y dinamismo a las secuencias y, como se irá descubriendo en el desarrollo de la trama, parece simbolizar a esa presencia entre las sombras que vigila y controla.

Mención a parte tiene el magistral plano secuencia que arranca desde la centralita donde trabaja la protagonista y atraviesa las calles del pueblo desiertas, pasa por parques y parkings hasta llegar al estadio donde está reunida toda la población presenciando un partido de baloncesto. 

Ambientada en una América sesentera, los decorados, personajes e incluso la textura de las imágenes, tienen un estilo vintage que visten el conjunto con una estética que nos teletransporta a la época.

El peso de la actuación lo sostienen exclusivamente los dos actores protagonistas, Sierra McCormick y Jake Horowitz. Él, locutor de una radio local con un punto de soberbia y prepotencia y ella, operadora de una centralita telefónica que profesa una admiración evidente sobre el chico y que siente fascinación por la ciencia como demuestra cuando enumera los inventos que llegarán antes del siglo XXI como las videollamadas o los coches eléctricos.

No es una película que destaque por su guion sino por la puesta en escena y la composición visual y sonora, sobre todo sonora, ya que todo el misterio sobre el que gira la trama, es un sonido que se cuela entre las llamadas de una centralita telefónica y que se difunde a través del programa de radio que pilota el prota de la película. El sonido y los amplios diálogos son los principales elementos del film y dejan la parte visual en un segundo plano. De hecho, es tal la oscuridad que impregna las imágenes (haciéndolas a veces ininteligibles) que se podría ver la película con los ojos cerrados y casi no se perdería detalle.

No hay apenas ni una imagen que revele situaciones anormales, sólo sonidos y avistamientos que nunca se manifiestan en pantalla hasta el tramo final, guardando cierta similitud a la divertida Extraterrestre de Nacho Vigalondo. Justo en ese momento, cuando llega la traca final, se transmite una calma y paz ante la belleza del acontecimiento que hace saltar por los aires el clima de misterio y tensión que inundaba la trama.

Noventa minutitos de duración que transcurren en una noche de pesada oscuridad, envolvente y amenazante, y una última media hora que es un subidón de pulsaciones y tensión que aún sabiendo hacia dónde camina el desenlace, sabe mantener la incertidumbre y el misterio hasta los últimos minutos que dura el final.

Patterson ha bañado su primera película con juguetonas referencias a los clásicos, como las imágenes de esa extraña pantalla que recuerda a La Dimensión Desconocida, pero sobre todo, ha querido homenajear aquel experimento radiofónico de Orson Welles que causó el pánico en la población, con la retransmisión de La Guerra de los Mundos, como demuestran las iniciales (WOTW) de la radio donde trabaja el protagonista.

Una película con mucho oficio a pesar de ser el debut de su director, que quizás por eso se nota que se lo ha pasado muy bien rodando. Ésa debe ser la clave.

7/10

martes, 12 de octubre de 2021

CALAMARES A LA COREANA

Vaya por delante que no soy un gran fanático de las series. Seguramente porque, para mantener mi equilibrio mental, necesito que las historias tengan un principio y un final, y esa incertidumbre que genera ver una serie sin saber si terminará o seguirá ad eternum temporada tras temporada, me mata. No he visto Juego de Tronos, no he visto La Casa de Papel ni tantas otras que parecen de obligado visionado para tener tema de conversación el lunes en el trabajo.

La excepción con esta serie de Netflix fue causada por la insistencia de mi hija pequeña que, otra cosa no tendrá pero es persuasiva e insistente hasta el agotamiento. Así que, una tarde de un domingo cualquiera, empezamos a ver El Juego del Calamar.

Tengo que decir que empecé a ver la serie sin tener prácticamente ni puta idea del argumento así que la primera sorpresa llegó al ver que era coreana. Minipunto nada más empezar. Aunque tengo cierta resistencia a ver cine chino o japonés, el coreano, muy cercano al estilo americano, me resulta muy refrescante y atractivo. Ejemplos como la oscarizada Parásitos o Train to Busan son buenas muestras de ello ofreciendo películas de gran nivel capaces de ruborizar a los grandes estudios de Hollywood.

Inmediatamente se presenta al personaje principal como un completo loser que roba dinero a su pobre madre la cual se desloma a trabajar mientras él vaguea y apuesta a los caballos. Además de mal hijo es un padre desastroso capaz de regalarle a su hija por su cumpleaños, un encendedor-pistola. Y eso, tras un golpe de suerte, porque el regalo lo obtiene finalmente gracias a un niño que le ayuda a conseguirlo in extremis. En un momento, nos han presentado a un personaje tan entrañable como desgraciado con un halo de suerte a su alrededor que a la postre será definitivo en su particular aventura.

El primer capítulo es brutal. Entramos en seguida en el perverso juego que promete un pastón si se consiguen superar las seis pruebas de las que consta el concurso. Lamentablemente y tras el salvaje primer juego del 1, 2, 3 pica pared con metralletas asesinando a todo aquel que se mueve cuando no toca, los jugadores se dan cuenta de que para superar las pruebas van a tener que arriesgar sus vidas. Siguiendo las reglas y democráticamente deciden usar el "comodín del público" y salir de esa competición macabra para volver a sus cotidianas vidas.

Tras ese momento es cuando de verdad se desarrolla la trama. En el primer episodio, los personajes son tentados con el suculento premio sin conocer las consecuencias de la derrota, pero cuando esos personajes, voluntariamente, deciden regresar al juego e intentar superar las diferentes pruebas para conseguir el botín, se manifiestan sus oscuras motivaciones que más tarde se irán revelando.

El argumento de la serie no es ninguna novedad, ya lo hemos visto varias veces en películas como Battle Royal, Los Juegos del Hambre, Cube o tirando un poco más de serie B, en Perseguido de Schwarzenegger. Un survivor game  de los de toda la vida, con los clásicos dilemas morales y éticos pero con la gran diferencia de que en todas ellas, las víctimas son obligadas a competir y en El Juego del Calamar, lo hacen de forma voluntaria.

Los personajes, de nuevo, son estereotipos vistos hasta la saciedad... el prota de principios férreos, el amigo inteligente, el otro amigo bobo (que casualmente es pakistaní... ay...), la chica guapa, el anciano sabio, el macarra, la puta, el líder de los malos, los ricos que mueven los hilos en la sombra... no falta nadie a la fiesta.

Lo que mantiene en vilo el interés es ir descubriendo los diferentes juegos que los pobres concursantes van a tener que ir superando y adivinar quién sobrevivirá hasta el final. Eso y los clásicos cliffhangers que ya estandarizaron JJ Abrams y Damon Lindelof con Perdidos, enganchan y hacen que la horita que dura cada capítulo, pase en un pestañeo.

Además del primer episodio, hay que destacar el sexto. Si la serie se caracteriza por estar cargada de imágenes crudas de asesinatos y suicidios, en el sexto capítulo se deshace en melodrama lacrimógeno al perder a la mitad de los personajes con los que más empatizamos. Un movimiento muy bien logrado para hacer criba de los concursantes y cargar la escena de un sentimentalismo baratero pero efectivo. Es, junto al primero, los mejores capítulos de la serie.

Las subtramas de la serie no tienen mucho recorrido y se adivinan rápidamente. El policía infiltrado que busca a su hermanito. Los guardias corruptos que trapichean con órganos. La relación paterno-filial entre el anciano y el prota... Toda una carga de clichés y tópicos y con un argumento altamente predecible a excepción de un par o tres de giros bien traídos.

 
El primero, el sacrificio de la mujer y el macarra con la serpiente tatuada. Segundo, el asesinato de la chica cuando sólo quedan tres jugadores y por último, en el último capítulo, el suicidio a modo de expiación del amigo del protagonista, que le otorga a éste la victoria final. El resto, pueden resultar sorprendentes para las juventudes que han hecho de la serie un hit mundial, pero los ancianos del lugar, ya nos sabemos la mayoría de las maniobras.

Cogido de los pelos está el final sorpresa con el abuelo sobreviviendo y relatando su motivación para participar en el juego. Sirve exclusivamente como motor para arrancar una segunda temporada que, siguiendo la tónica habitual de las segundas partes de la mayoría de series, será posiblemente un truño que ensombrecerá la calidad de la primera.

Pese a todo, una de las grandes virtudes de la serie es la de hacernos ver a esos deshechos de la sociedad como héroes. Ladrones, timadores, adictos al juego que no despertarían ninguna empatía en una situación normal, se vuelven aquí supervivientes atrapados por pura necesidad económica en un juego macabro para diversión de unos hombres poderosos. El espectador siente lástima y simpatía por unos tipos a los que miraríamos con desdén de cruzárnoslos por la calle.

Lo más atractivo de esta primera temporada, es que al final, no importa quién está detrás de la sádica organización que manifiesta su poder apostando con vidas humanas. En esa irrelevancia está la gracia del asunto. Podría ser cualquier grupo de poder o simplemente cuatro amiguetes podridos de dinero que dan rienda suelta a sus perversiones montando un circo romano. Qué más da. Lo que da sentido a la serie y al macabro juego, son los jugadores que voluntariamente se juegan sus vidas a cambio de un suculento botín. Porque no tienen nada que perder, porque el mundo exterior les depara un juego más salvaje todavía que las propias pruebas: volver a sus vidas y a una sociedad que los ha desahuciado y donde sólo pueden sobrevivir o abandonarse a su suerte. Aquí, al menos, tienen una oportunidad de solucionar sus miserias a cambio de dejar atrás su humanidad y engañar, traicionar o asesinar al resto de contrincantes y a la vez compañeros.

En resumen, El Juego del Calamar sin haber inventado nada, es una gran serie con un guion sólido, dinámica, con buenos actores y una temática e iconografía que se recordará durante mucho tiempo. Por eso, quiero pensar que la serie termina aquí. Con ese final abierto del prota utilizando el dinero del premio para dar caza a los artífices del show y fundido a negro. Chimpún.

7/10

MIDSOMMATARY

Midsommar... qué película... Y digo película en el sentido de ejercicio de captar imágenes a través de una cámara, ordenarlas y contar una historia, porque eso es Midsommar, una obra visual impecable.

El artífice de esta título es Ari Aster, un tipo que con sólo dos películas, ha conseguido lo que muchos no consiguen en toda su carrera. Dirigir unas obras de una factura tan brillante que da hasta asco.

Por ponerlo en perspectiva, Ari Aster es unos de esos directores que están reescribiendo el género de terror, como Jordan Peele o Robert "overrated" Eggers. Esta nueva corriente de terror asfixiante y de atmósferas agobiantes y perturbadoras, revitalizan un género que siempre tiende a refugiarse en el susto fácil y el chorreo de sangre.

Totalmente opuesta al Nuevo Extremismo Francés, de la mano de Pascal Laugier, Alexandre Aja, Alexandre Bustillo y tantos otros, esta nueva revisión del género, juega con la incomodidad del espectador sin necesidad de recurrir al torture-porn de los franceses. Usando una narrativa académica, planos fijos, ritmo pausado y un toque gore, consigue que en muchos momentos queramos darle al "palante" a la película para desahogar el malestar que provoca.

Aster debutó en el largometraje con la magnífica Hereditary y ha ampliado su curriculum con esta Midsommar que reincide en el tema de las sectas y que, a pesar de que tiene un guion más flojete, sigue deslumbrando por su técnica y la calidad de sus imágenes.

Además del guion, este nuevo film tiene dos problemas cuando se la compara con la debutante Hereditary. Uno, los actores, que aunque defienden bien la puesta en escena, no alcanzan la grandeza del trío protagonista de la primera. Y dos, la duración, y no lo digo porque sea larga, sino porque llega un momento en que los ritos y bailes se vuelven redundantes y espesan la historia innecesariamente. Y eso que Aster ya recortó la película unos treinta minutos... Parece que si de algo peca el tipo es de incontinencia narrativa porque además, ya ha anunciado que su próxima película, protagonizada por Joaquin Phoenix, durará cuatro horas, cuatro! Espero y deseo que no se estrelle por querer ser demasiado transgresor y que cada minuto que nos enseñe esté justificado y valga la pena.

Técnicamente, Midsommar es digna de elogio. Los planos tienen un perfección inusual, simétricos, jugando constantemente con la profundidad de campo mediante zooms que hacen aparecer o desaparecer elementos o personajes. A veces, prácticamente son fotografías contemplativas y espectaculares como las que arrancan la película con una serie de planos fijos de paisajes nevados. Se permite el director alguna cabriola técnica como el plano invertido empleado cuando los amigos viajan en coche por la carretera que les conduce a la comunidad y que parece advertirnos de que a partir de ahí, todo se va a poner patas arriba. Aunque yo, como siempre, con mis particulares interpretaciones, creo que es un guiñito al Upside Down de Stranger Things.

La historia de Midsommar arranca con la protagonista sufriendo un episodio crudo y traumático durante un intenso invierno, que sirve de introductor punto de partida. Aster, hábilmente, sitúa este capítulo antes de los títulos de crédito iniciales para evidenciar que sólo lo utiliza para presentar a los protagonistas y escenificar el origen de la crisis emocional que arrastra la actriz principal. Otros hubieran usado flashbacks o hubieran mantenido el misterio dejando caer píldoras de información a medida que avanza la película. Aster lo cuenta todo, desde el principio y no busca el efectismo del giro-sorpresa. La historia se recorre en una única dirección con un desenlace que se va cocinando a fuego lento y que cualquier espectador adivina casi de inmediato. No quiere engañarnos, quiere incomodarnos sabiendo que lo que estamos pensando que va a suceder, sucederá irremediablemente.

El segundo arranque de la película tiene lugar cuando la prota, Dani, su novio, Cristian y sus tres amiguetes, deciden hacer un viaje hasta Suecia para convivir en una comunidad pseudo-hippie con tradiciones nórdicas ancestrales. El motivo, es el festival del solsticio de verano que, cada noventa años y durante nueve días (ojo a la omnipresencia del número nueve) esta comunidad celebra mediante un ritual pagano.

En cuanto se presenta esta trama, uno ya se imagina que los incautos jovenzuelos serán sacrificados en algún rito de adoración u ofrenda al Dios de turno. Ya lo decía antes, el guion es facilón pero no aparenta preocupar al director que además da continuas pistas sobre el devenir de los acontecimientos. Los más identificables, son aquellos que se representan a través de las pinturas. La que muestra el ritual de enamoramiento a base de pelos púbicos y menstruación, o la que abre la película que directamente nos dibuja todo el argumento.

Es la atmósfera la que se vuelve protagonista absoluta de la película. Primero, porque la ausencia de oscuridad durante el solsticio, obliga a que todo suceda a plena luz del sol, desubicando al espectador que no sabe qué hora ni momento es. Después, porque a medida que avanzan los minutos, las intenciones de la comuna-secta se vuelven más evidentes y se crea una tensión en al ambiente que va golpeando como un martillo (guiño guiño). Por último, porque la relación entre Dani y Cristian que se mantiene viva por la necesidad de Dani de refugiarse en alguien tras su dramática pérdida, se va tensando y degradando hasta el desenlace final.

Esta relación sentimental, junto con la triste pérdida familiar de la protagonista, son los ejes sobre los que gira la película. Dani no es capaz de dejar a Cristian aun sabiendo que simplemente sigue con ella por lástima, porque teme quedarse sola. Por eso, a medida que pasa el tiempo, Dani entiende que esos hippies con tradiciones cuestionables, que la aceptan, que comparten su dolor a grito pelado y que la coronan como una reina, son en realidad, esa familia que va a llenar el vacío existencial que sufre. Y como catarsis final, decide abrazarlos abandonando todo lo que dejó atrás al cruzar esa puerta en forma de sol.

Paradójicamente, esa comunidad oscura y sórdida es la que aporta luz a las tinieblas que rodean a la protagonista, atrapada en una noche sin oscuridad y bañada por un sol que se proyecta en su rostro sonriente durante el fotograma final. Todo patas arriba.

                                       

Las deficiencias de la película, insisto, se concentran en el guion. Van desapareciendo personajes y aquí nadie se percata de nada. Las decisiones que toman los protagonistas son muy sospechosas y no adivinan el peligro ni que los maten. Nadie se sorprende con el comportamiento cambiante que van teniendo los comuneros ni con los rituales estrambóticos que se suceden día tras día. Nunca se plantean huir. Hasta el más tonto se daría cuenta de que son ofrendas con patas. Igual se han quedado alelados de tanto peyote pero vamos, que no cuela. Hay situaciones que están forzadas con palanca para dar continuidad a la trama.

Además otras cosas no acaban de quedar claras como el papel del hombre (o mujer) desfigurado fruto de una relación endogámica consentida y que tiene un par de apariciones que no acaban de quedar bien definidas. o qué contiene el libro sagrado, por ejemplo.

A pesar de estas lagunas, la película se sostiene gracias a su genialidad visual y narrativa adornada con una técnica metódica y exquisita que recuerda en momentos al perfeccionismo de Kubrick. Y eso, para un tipo que sólo ha rodado dos películas, son palabras mayores.

Ari Aster ha llegado. Espero que tenga talento suficiente para quedarse.

7/10

sábado, 18 de septiembre de 2021

EL FAROLILLO

En mi lista de pendientes estaba ver esta película desde hace tiempo. El Faro se convirtió en la sensación del momento en su estreno y gran parte de la crítica la puso por las nubes aunque avisaban que no era una película de fácil digestión.

De saque, me sorprende ver que en una película con sólo dos actores se hubieran decantado por el vampiro Robert Pattinson, pero las dudas que tenía sobre él ya se disiparon con Tenet así que, contando con la veteranía de Willem Dafoe, el dúo protagonista apunta alto.

La película arranca con los dos actores, interpretando a dos marineros, dirigiéndose al islote donde les espera el otro protagonista del film. Un faro que será su hogar y que ocupará su tiempo en tareas de mantenimiento durante cuatro semanas.

Robert Pattinson se presenta como un compulsivo fumador, dispuesto a cumplir con las normas establecidas para el cargo y que cuestiona las acciones que Willen Dafoe, su superior, acomete. Ya sea beber alcohol e incitarle a hacer lo mismo, o machacarlo a órdenes y encomendarle las tareas más sucias y duras.

                                        

Dafoe, por contra, es un tipo que está de vuelta de todo. Un viejo lobo de mar obligado a desempeñar el trabajo de farero por culpa de una lesión. Bebedor profesional, pedorro, que ronca como un cerdo y que cada noche alecciona a su ayudante con versos y batallitas marinas.

                                      

El duelo interpretativo está servido y uno no puede evitar acordarse de La Huella de Mankiewicz con Caine y Olivier compitiendo en pantalla. En la primera parte de la película, Dafoe sale claro vencedor de la batalla, escupiendo (en sentido literal y figurado) a la cara de su rival el talento que tiene y dejando a un Robert Pattinson muy encorsetado y reprimido en su papel.  

A medida que avanza la historia, se comprende por qué Pattinson se contiene. Llegados a un punto, el joven actor se desenmascara con un pasado turbio incluso delictivo que define su comportamiento inicial. Es ahí, cuando la locura y descontrol se apoderan de la película y cuando Pattinson da lo mejor de sí poniéndose al nivel (o más) de un Willem Dafoe que como buen maestro siempre mantiene el listón muy alto. Ojo que tenemos a un nuevo DiCaprio, el guaperas que enamora pero además, actúa de cojones.

La película está rodada en formato 4:3 y blanco y negro que, aunque nos enseña unas texturas y planos maravillosos, francamente, me parecen más una extravagancia que un recurso. Supongo que con el formato, el director querría "encerrar" a los personajes y dar esa sensación de claustrofobia e incomodidad que caracteriza al film pero no parece suficiente excusa y se me ocurren ejemplos como Buried o Cube, donde se consigue la misma atmósfera en formato 16:9 y a todo color. 

                                     

Momento para hablar del guión y aquí es cuando servidor empieza a torcer la cabeza y a cambiar de opinión sobre la obra. El arranque del film invita a presenciar una batalla de poder entre maestro y aprendiz y así se desarrolla la primera media hora. Mientras el joven desempeña los duros trabajos de mantenimiento, el viejo se encarga celosamente de custodiar la luz del faro y no permite que su ayudante intervenga ni lo más mínimo en esa parcela. Esa luz, como la fruta prohibida del paraíso es el motivo de las disputas más encarnizas (y homicidas) entre ambos protagonistas y que sirve de mcguffin para el desarrollo de la película.

Las gaviotas, que dicen simbolizar las almas de los marineros muertos, la tienen tomada con Pattinson como si supieran que no es trigo limpio. Así que todo se descojona cuando el tipo agarra una gaviota por el cuello y la hace trizas a golpes contra una roca. Se desata entonces una tormenta incesante y los dos fareros se quedan aislados en el islote a la espera de un relevo en el trabajo que nunca sucede.

Y aquí es cuando la historia se empieza a descontrolar. Coincidiendo con la confesión del joven aprendiz sobre su pasado, acuciados por la falta de alimentos y en permanente estado de embriaguez, se empiezan a entremezclar las visiones y delirios de un Pattinson que empieza a acariciar la locura y un Dafoe que se siente cómodo en el caos.

Visiones de una sirena que no sé si representa el hambre sexual que tiene Pattinson, que incluso juguetea con la homosexualidad, u otra cosa... Imágenes de tentáculos... DaFoe desnudo con los ojos iluminados ejerciendo una especie de control divino sobre Pattinson... o los protagonistas empuñando un hacha a lo Jack Torrance en el Overlook... nunca se sabe qué es real y qué no y el espectador (o servidor al menos) se pierde

El final ya es la guinda de un pastelazo que no hay por donde coger. Uno ya no sabe si todo es fruto de la locura de Pattinson o hay llevarlo al terreno fantástico o es la corrida de la paja mental de un director con demasiadas ínfulas.

He leído que el director, Robert Eggers, quiso representar, en los papeles de los dos actores, a Proteo y Prometeo pero, como la mayoría de mortales comunes no tenemos un máster en mitología griega, si no te lo explican, ni te enteras. Así que para la próxima, Sr. Eggers, entregue un manual con las instrucciones para ver sus películas y quizás se le entienda sin tener que recurrir a Google

El Faro tiene cosas muy buenas. El duelo de actores es para enmarcar. Tiene momentos estelares como la escena en la que Pattinson destapa su sucio pasado rompiendo la cuarta pared y confesándose al espectador. Pero a parte de eso, no le encuentro el punto a este director que por otro lado es el artífice de otra obra sobrevaloradísima, La Bruja.

Es algo que ya me pasó con otra película considerada de culto y que a mí juicio es un bodrio hecho para culturetas y gafapastas, Under The Skin, pero ésa es otra historia...

Los efectos de mi fanatismo particular me hacen creer que con las gaviotas, Eggers homenajea a Los Pájaros y con el "momento hacha", a El Resplandor. Y con eso me consuelo.

5/10